domingo, 2 de septiembre de 2018

Delincuentes del Show



ARTY

Nombre: Arty
Profesión: Ladrón de Tumbas
Motivación: La pasta (y no precisamente macarrones)
Objetivo: Tener mucha pasta (“ “ “ “)
Habilidades: Maestría en cavar, avergonzar a los muertos y soportar olores.

“Cuando eres capaz de mirar a la cara a un cadáver a medio descomponer y llevártelo, es momento de hacer una reflexión sobre la vida”


Nací en el territorio de Ostland, en una familia pobre y sin ambición. El pueblo tampoco era como para tenerla. Miraba con envidia a los chicos que podían ir a estudiar fuera gracias al esfuerzo familiar. Mi padre lo poco que ganaba lo gastaba en la taberna, mientras que mi madre hacía algunos apaños con aguja e hilo para poder traer algo de comida a casa. Así durante años hasta que finalmente uno perdió la cabeza de tanto beber y la otra de tanto sufrir. Por suerte nací carente de apego emocional y me marché de aquella pocilga. Decidí buscar fortuna por mi cuenta, creyendo necio de mí, que todo sería coser y cantar. Pronto no me quedó más remedio que robar y pedir para poder comer.

Hay quien nace con estrella y otros estrellados. Los moratones que marcaban mi cuerpo dejaban bien claro a qué clase pertenecía. Y es que robar tiene su riesgo, sobre todo si robas a quien no debes y además no sabes cómo.

Un día, tras uno de esos viajes a las estrellas, un señor se acercó a mí y me dijo: 

- Sería más fácil si estuvieran muertos, ¿verdad?

Juro que intenté reírme pero el viaje a las estrellas me lo impidió.

- Perdone que no me ría pero me pilla en mal momento.
- No estaba bromeando.

Está claro que si el universo quiere reírse de ti, lo único que puedes hacer es seguirle la corriente.

- ¿Qué quiere decir?
- Trabajo en la universidad. Allí realizamos muchos estudios y para algunos necesitamos cuerpos con los que realizar experimentos. Lo malo es que no es fácil hacerse con cadáveres ya que las familias, debido a sus creencias, prefieren enterrarlos.
- No le sigo.
- Verás, te ofrezco la posibilidad de ganar bastante dinero  sin tener que robar a los vivos.
- Pero, ¿quién sería tan tonto de enterrar a un muerto con dinero encima? ¡Menudo negocio!
- No me refiero a robar a los muertos.
- ¿A qué juega?
- Te hablo de robar muertos, CADÁVERES.

Ojiplático me quedé. Pero cuando me dijo lo que me ofrecía por cadáver entregado… Y además,¡¡ que los muertos no pegan!! De repente me pareció que todo eran ventajas y acepté.

Aproximadamente un mes después ya estaba deseando dejar ese “trabajo”. En mis continuos viajes a la universidad para hacer las entregas, veía a los estudiantes pasárselo bien. Estudiar cosas que yo nunca pude, hacer amigos, forjarse un futuro digno y no sentir vergüenza al mirar al pasado. Entonces lo vi claro, quería ser estudiante y empezar una nueva vida. Pero antes, un último trabajo…


KARIN VILLAVERDE

Karin apenas tiene 20 años y es la menor de 5 hermanos, todos ellos nacidos en el seno de una glotona y numerosa familia halfling. Desde bien pequeña se encariñó con uno de sus hermanos mayores, el único varón que aún no había formado su propia familia: Viktor, haciéndolo partícipe de todas sus travesuras aunque él no quisiera. Durante años la cosa no cambió demasiado, pero ambos se buscaban la vida como mejor sabían y a Karin lo de escamotear objetos de bolsillos ajenos es algo que, además de dársele bien, siempre le ha gustado hacer… por muy mal que estuviera eso visto por la sociedad de su acogedor pueblo en Reikland. A pesar de su “pequeño” vicio la muchacha era muy querida gracias a su carácter sociable, alegre y por hacer las delicias de muchos con las historias sobre su familia que se remontaban a siglos atrás.

Desde dicho pueblo, gracias a las mercancías incesantes de todo amanecer, cada nuevo día era un reto diferente para la pequeña, que se escabullía sin mucha complicación entre almacenes y trabajadores para poder llevarse una pequeñísima parte de lo que allí se vendía. Con ello conseguía que en su familia se pudieran permitir una comida más al día, y no como esos extraños humanos que solo comían 3 veces al día. “¡Extraños, extraños humanos!”

Como buena halfling es una cocinera excelente y le gustaba practicar cuando su madre no se encontraba en casa, aunque las peleas por ejercer dicho trabajo eran muy habituales en la cocina de los Villaverde. El hecho de ser la menor de la familia siempre ha sido como una bendición para ella, gracias a ello cual apenas le ha faltado de nada. Si sus padres no podían alimentarla, cualquiera de sus hermanos mayores procuraba hacerlo, aunque algunos ya tuvieran sus propias familias cuando ella nació.

Hace unos años dado que Viktor comenzó a dedicarse a trabajos poco recomendables, la gente empezó a sospechar de ambos, pues se complementaban a la perfección. Karin era la ayudante de su hermano en cuestiones de buscar recompensas por personas o monstruos, la mayoría de las veces la pillería evitaba tener confrontaciones con los buscados y, con los bolsillos algo más llenos, los Villaverde seguían su vida más o menos normal… Hasta que todo se complicó lo suficiente como para tener que abandonar su hogar. 


Una jugada a medias les salió mal a ambos, la pequeña fue arrestada junto a algunas joyas y mercancías robadas y Viktor pasó a ser el principal sospechoso, según los guardias del pueblo, de un montón de problemas sucedidos en las últimas semanas. Por mucho que sus padres hicieron lo posible por demostrar la inocencia de ambos, finalmente solo la complicidad y confianza que ambos hermanos compartían logró que Karin escapase de la celda con ayuda de Viktor y ambos partieron más allá de la frontera de su pueblo para buscar una vida, quién sabe si mejor o peor, pero al menos lejos de las miradas acusadoras de sus vecinos y aliviando a sus padres de la pesada carga de vivir con ello. Con una emotiva nota Karin se despidió de sus padres y les deseó lo mejor en los tiempos venideros, deseando a su vez que así fuera también para ellos dos que, en aquella oscura y fría noche, lo dejaban todo atrás por hallar algo por lo que vivir, juntos o separados.




VIKTOR "CORTES" VILLAVERDE


Nació en una de las escasas familias halfling de Reikland. Realmente no es que sean raros de ver a lo largo y ancho del imperio pero, al lado de “la gente alta”, los medianos nunca parecen ser numerosos.

Viktor es el primogénito de los cinco hermanos de la familia. Se ganó con el tiempo el apodo de “Cortés” por su buen hacer en el diálogo, pretendiendo siempre llegar a un acuerdo y no a las manos si se podía evitar. Siempre le gustó el orden, que todo estuviera correcto y que no se dieran desafortunados incidentes, sobre todo si tenían que ver con la comida.

Conocedor de la escasa seguridad fuera de las murallas de la capital del Imperio creyó que encontraría su sitio como cazarrecompensas. Eso de cazar villanos y maleantes y llevarlos hasta la justicia sonaba muy bien, pero pronto se dio cuenta de que no valía para ello.

Para llevar a cabo su labor se hizo con una ballesta lo suficientemente potente como para usarla contra alguien más grande que él, y no es que no pudiera con ella sino que teniéndola sujeta con ambas manos el propio peso le vencía y así no había manera de cazar ni una liebre, ¡y todavía más impensable era eso de arrastrar a un humano amordazado durante varias millas hasta la guardia local más próxima!

Decididamente eso no podía seguir así, debía buscar algo más acorde con su tamaño, o con sus dotes... Mientras encontraba su sitio en este nuestro gran Viejo Mundo comprobó que “Cortés” era algo más que un apodo, realmente era una característica suya. Incluso cuando su pequeña hermana Karin traía a casa lo robado, en vez de ejercer de cazarrecompensas y llevarla hasta la justicia la regañaba tan dulcemente que más parecía un consejo de hermano que una prohibición.

Y fue a raíz de las actividades de su hermana cuando se dio cuenta de que las pequeñas fechorías tampoco eran tan graves si el fin era honrado y sin ánimo de herir. A veces compensaba saltarse un poco las normas para conseguir un objetivo gratificante. Esa idea junto a su facilidad de palabra, tan correcto y convincente cuando le hacía falta, le fue abriendo poco a poco paso a la charlatanería y el engaño.


“Bribón” le decía su hermana... Realmente en eso se había convertido, ¡en un pequeño bribón! 


MAGMAR


Hace 20 años que nació Magmar en Barak Var, en una pequeña familia compuesta por los padres, un hermano y una hermana.

El problema es su edad. ¿Quién se va a tomar en serio a alguien tan joven? Nadie. Y menos cuando era bastante retraído y desconfiado.

Todo esto es lógico conociendo su pasado. Cuando era pequeño, sus padres, Anika (89) y Ozrad (92) pasaban fuera de casa mucho tiempo, viajando. Quedando Magmar al cuidado de su hermano Brook (65), quien le odiaba.  No es una exageración. No puede serlo cuando su mayor diversión era emborracharse, y llegar a casa para propinar a Magmar tales palizas que le dejaban en cama durante días. Por supuesto, Brook siempre aprovechaba cuando estaban sus padres fuera, para luego mentir diciendo que Magmar se había vuelto a meter en peleas con gente del pueblo o pueblos vecinos.

Por esa razón hubo un tiempo que pidió a su hermana Erika (73), quien vivía en su propia casa con su marido y sus hijos ya desde antes de que Magmar naciera, si podía irse a vivir con ella, a la vez que empezó a trabajar en la mina, poniendo su vida en manos de Grungni, pese a no ser muy religioso.

El problema es que cuando Erika tuvo otro hijo más, el cuarto, no tenía sitio para su hermano, quien hubo de volver a casa con Brook. Pero para entonces había crecido. Y las palizas se convirtieron en peleas. Donde al pretender defenderse, y no hay mejor defensa que un buen ataque, su hermano se encabronaba más. Ya no siempre pasaba días en cama. Y a veces no era el único en pasarlos.

Cuando le contrataron como mercenario, hizo un viaje en el que conoció a distintas personas, que, aún siendo de distintas razas y formas de pensar, merecía la pena conocer, no como su hermano. Otros enanos junto a los que luchar o beber, incluso humanos y halflings. Con elfos no ha tenido mucho trato, ni falta que le hace.

Desde entonces solo volvió una vez a casa. Y volvió cambiado. No se conformaba con quedarse de nuevo en su pueblo. Quería irse de aventuras. Casi le daba igual de qué lo contrataran. Y ocurrió lo que tenía que ocurrir. Brook, enfadado por que su hermano pequeño hubiera salido del pueblo antes que él y lo hiciera con una reliquia familiar regalo de su madre, buscó pelea. Pero esta vez la encontró. Y perdió… su mano izquierda. Ya que Magmar sacó su hacha cuando vio que su hermano sacaba su espada.

Después de eso, Magmar decidió irse para no volver nunca. Porque la próxima vez que viera a Brook, uno de los dos moriría.

Desde entonces solo su reliquia familiar, una pulsera de plata con una pequeña cuenta de obsidiana por cada miembro de la familia (10), le recuerda diariamente a ésta. Razón de que de vez en cuando, hace que le escriban una carta que él dicta y manda a casa de su hermana, quien se la lee a sus padres, para que, al menos, sepan que sigue bien.


RAGNAR


 Ragnar Hadriksson era el hijo único de un guardia de la ciudad de Karaz-A-Karak y una camarera. Poco después de nacer su padre murió defendiendo la ciudad de una de las muchas incursiones skavens a través de los túneles subterráneos, por lo que tuvo que ser criado únicamente por su madre. Como esta se pasaba casi todo el día en la taberna en la que trabajaba Ragnar creció rodeado de cerveza, borrachos y peleas.

Gracias a esto se convirtió en un experto en dejar inconsciente borrachos y esquivar puñetazos perdidos antes de que le saliera la barba. Como parecía que tenía un talento innato para la pelea pronto el dueño lo contrató para mantener a raya a los más borrachos. En poco tiempo la taberna paso a ser la más tranquila de todo Karaz-A-Karak, y Ragnar fue bautizado con el apodo de “Puño de Acero”. Disfrutaba con su trabajo y era el mejor en ello. Pero en la taberna también encontró otra gran pasión: la cerveza.


Pero con el paso del tiempo esta nueva pasión se convirtió en un problema. Según iba pasando el tiempo era más frecuente verle al otro lado de la barrera. Poco a poco paso de ser el encargado de mantener a los borrachos atados en corto a ser el borracho que mas la armaba. Y para desgracia del camarero sus puños parecían ser igual de certeros que cuando estaba sobrio. Después de una bronca especialmente violenta que acabo con varias de las mesas del local destrozadas y varios puntos en la cabeza del tabernero Ragnar fue despedido y su madre le pidió que no volviera a pisar la taberna. Accedió a regañadientes por ser su madre la que se lo pidió y se paso los siguientes meses deambulando de trabajo en trabajo, sin encontrar algo que le atrajera lo suficiente. Trabajo de panadero, minero, fundidor y herrero, pero nunca se encontró tan a gusto como cuando estaba en una taberna con una cerveza en la mano con una buena bronca a punto de montarse.


Aburrido y cansado de la ciudad tomo una decisión: salir de Karaz-A-Karak y conocer mundo. Se despidió de su madre y partió camino de los dominios de los hombres, pues en la taberna los guardias y comerciantes siempre contaban historias sobre las ciudades humanas y sus tabernas.  Al poco de llegar al imperio comenzó a labrarse una refutada fama de alborotador y experto en peleas, así que gente no muy de fiar se comenzó a interesar en él para que repartiera “mensajes” de advertencia. Y así es como vive ahora, ganándose la paga a base de peleas y gastándosela en cerveza, pudiendo así llevar a cabo sus dos grandes pasiones sin problemas.


ALBRECHT OBERWALD
  Albretch Oberwald es el hijo pequeño de una humilde familia de granjeros de Diesdorf, un pequeño pueblo de Reikland al sureste de Grunburgo. Debido a la extrema pobreza de la familia esta no podía permitirse contratar a nadie para ayudar en las tareas de labor y del hogar, por lo que desde muy joven tanto el como su hermano Magnus tuvieron que ayudar en casa.

Pero Al, como era conocido por los pocos amigos que tenía ya que apenas podía pasarse tiempo fuera de sus tareas, era un niño demasiado inquieto para las anodinas y repetitivas tareas domésticas y del campo. Más de una vez le tuvo que regañar su padre por subirse a los árboles que había en las lindes del campo. Y tampoco fueron pocas las veces que le tuvo que regañar su madre por escaparse de casa sin limpiar o sin recoger. Incluso su hermano le llegó a regañar en alguna ocasión en la que habían ido juntos a comprar al mercado y Al se iba por su cuenta a otras partes del pueblo. La mayoría de las veces que realizaba este tipo de travesuras se debía a la influencia de dos de sus pocos amigos reales, los halflings Karin y Victor Villaverde, con los cuales entabló una gran amistad pese a las diferencias raciales.

Con el paso de los años las travesuras fueron pasando a mayores llegando a cometer hurtos menores junto a los Villaverde que costaron más de un disgusto a sus pobres padres. Las inquietudes de Al se hacían más grandes según su cuerpo iba creciendo. Diesdorf se le estaba quedando demasiado pequeño y cada vez hablaba más de irse del pueblo y recorrer otras tierras, incluso más allá de Reikland. Y más aún cuando los Villaverde se le adelantaron y partieron en busca de aventuras, aunque seguramente el que uno de los hurtos de la pequeña Karin no saliera tan bien como esperaban tenía algo que ver con la rapidez de su marcha.

Durante muchos meses planeo varias fugas pero no pudo llevar ninguna a cabo. Su hermano siempre conseguía desbaratarlas. Hasta que un día se le presentó una oportunidad como ninguna otra: Una feria ambulante iba a dar un espectáculo y marchar aquella misma noche. No sin esfuerzo consiguió convencer a sus padres para ir a verla, y durante la actuación llevo a cabo su plan. Cuando más distraídos estaban sus padres y su hermano salió de la carpa y se escondió entre las carretas. Sus padres lo buscaron durante un par de horas, pero al no encontrarlo volvieron a casa pensando que se trataba de otra de sus travesuras. Pero esta vez la cosa iba en serio y Al consiguió salir de Diesdorf a bordo de una de las carretas. No fue hasta la siguiente parada en Wörlitz cuando el jefe de la feria descubrió a Al. Pese a los temores del joven de que le denunciara a las autoridades y tuviera que volver a casa el jefe, que respondía al nombre de Boris, en lugar de ello le ofreció sitio en la feria a cambio de que el aportara algo. Por fortuna para Al tenía cierto talento aprovechable para la feria: una endiablada puntería entrenada a base de años asustando conejos y topos en los campos de su padre. Así que cerraron el trato y de esta forma Al logró al fin cumplir su sueño y viajar más allá de los límites de Diesdorf.

Durante años Al viajo a lo largo y ancho de Reikland y las provincias vecinas. En algunas ocasiones iba formando parte de una feria, no solo estuvo en la de Boris, en otras en solitario. Hasta aquel día elegido por los dioses en el que pararía en Kemperbad a descansar y los Villaverde volvieron a cruzarse en su camino...




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