lunes, 14 de noviembre de 2011

ACTO 7


  Tras una demasiado larga temporada de sequía rolera, volvemos a la carga poco a poco.

  El blog ha estado muerto durante mucho tiempo, como las neuronas de los PJ-s de esta campaña, y ya va siendo hora de resucitarlo, aunque sea a costa del buen gusto y la decencia.

  De modo que tras la partida de este Domingo, aquí viene el resumen correspondiente, perpetrado en esta ocasión por Leti, alias Karin Villaverde.


32 de Pflugzeit:

   Tras lo ocurrido durante el comienzo de la noche y, una vez los valientes que descendieron a las catacumbas volvieron sanos y salvos al hogar de la máquina de señales, todos estaban cagaditos de miedo intentando dormir en aquel lugar hasta que se hiciera de día, sin conseguirlo, claro. Sin embargo algunos estaban más acostumbrados al cansancio de una noche sin dormir que otros, así que a los pequeños halflings les sentó especialmente mal, pasando a formar parte del reino vegetal durante lo que restaba de día.

   Con las ideas claras tanto el grupo de aventureros como el enano Aynjulls, jefe de aquella obra de la máquina de señales solicitada por el Emperador, partieron rumbo al Castillo de la Reiksguard a dar parte de lo sucedido durante la noche anterior. Sí, el mismo Castillo en el que se supone que está encerrado el príncipe heredero, sobre el que se habían escuchado rumores de que le había salido una cola de rata como mutación. Nada bueno, desde luego.

   Durante el resto del día, y con una lluvia constante, viajaron en dirección al castillo, pero el cansancio había hecho mella en todos y finálmente pararon a descansar en un improvisado campamento. Además Viktor fue capaz de cazar unos cuantos conejos para la cena. Tanto él como su hermana y Arty (usease: todos los que no son de raza enana) se agarraron un catarro importante tras todo el día bajo la lluvia, y acabar calados hasta los huesos.

Aquí iba a ir una foto con un chiste sobre concursos de barbas mojadas,
pero puede que esto ayude más a elevar las visitas del blog.


33 de Pflugzeit:

  Tras un duro día de caminata (gracias a Sigmar esta vez sin lluvia) el grupo llegó a las inmediaciones del Castillo al anochecer, así que lo mejor era buscar un lugar donde pasar la noche en las cuatro casas mal contadas que había al abrigo de la fortificación.

   Tuvieron suerte y un anciano que vivía solo, llamado Bertrad, les acogió en su casa a cambio de la compañía del pintoresco grupo, y la noche llegó entre un guiso de los conejos que quedaban de la caza y las conversaciones amenas con Bertrad, que era un viejo soldado con unas cuantas batallitas que contar.
 
  
“Soy un trotamundos, todo el día de aquí para allá” (Viktor ‘Cortés’ Vilaverde, presentándose a Bertrad)

 “Más bien un TORTAMUNDOS, por las hostias que nos llevamos” (Arty, aclarando términos)

1 de Sigmarzeit:

   Por la mañana temprano tanto Magmar como Viktor acompañaron a Aynjulls al Castillo de la Reiksguard, pero solo dejaron pasar a este último pues portaba un sello que indicaba que trabajaba para el Emperador. Después, de vuelta en aquellas cuatro casas el grupo se despidio del enano jefe de obra, que tras contar lo sucedido solo pudo quedar a la espera de que la Santa Inquisición y algunos que otros mandamases decidieran acercarse al lugar y, por lo pronto, purificarlo. Como Aynjulls no quería saber nada de los humanos, y solo le importaba terminar su obra, decidió no echar mucha leña al fuego y evitar en la medida de lo posible que tiraran abajo toda la construcción, por lo que tras debatirlo, nuestros ¿Heroes? decidieron quedarse con las llaves encontradas en las ruinas bajo la máquina de señales. Fuera lo que fuera el hexagrama encontrado en aquellas catacumbas perdidas de Sigmar, sería más seguro que nadie tuviera acceso a las llaves destinadas a sus cerraduras.
Sí señor. Me da una seguridad tremenda que sean ELLOS los que se queden con las llaves...

  Después de comer se despidieron de Bertrad agradeciéndole su hospitalidad y arribaron en una barcaza con rumbo, ya por fín, a Grissenwald.

   Durante la travesía se da el aviso de que, por cuestiones comerciales, se detendrían en la villa de Kemperbad durante casi un día prosiguiendo después hacia su destino, que es Nuln. Y antes de aquella corta parada la pequeña Karin, siempre dispuesta a sacar tajada en cuestión de dinero, consiguió hacerse con un buen cargamento en joyas por valor de 90 coronas de oro robado aquí y allá entre los viajeros.

   Una vez el barco atracó en los muelles de Kemperbad, localidad situada sobre un imponente acantilado,  el grupo de aventureros decidió hacer turismo por el lugar tras afrontar el problema del acantilado por el que se ascendía a la villa, subiendo en una especie de montacargas de un sistema de elevadores de ingeniería enana para llegar a la localidad, con el consiguiente canguelo que ello provocó en la mayoría de los presentes pues la plataforma se movía más de lo que era habitual.       

Y si la plataforma se hubiera caido, habriamos asistido al nacimiento
de la canción del próximo verano: "El Enano Volador"

  Tras algunas indicaciones, puesto que los halflings ya tenían hambre,  se dirigieron a un local famoso por su exquisita comida: “El Cordero Lechal”, un local situado bajo tierra. Una vez allí un tipo con malas pintas se acercó a la mesa del grupo ofreciéndoles un trabajo para su jefe, este tipo se hacía llamar Mario. Tras terminar con calma la comida (y bebida, of course) se dirigeron a hablar con el jefe del susodicho: un hombre orondo y de acento tileano que se presentó como Luigi Belladonna, que les pidió simple y llanamente que se acercasen a una tintorería, en el barrio de los artesanos, a por algo que le pertenecía y que no le habían querido entregar. Dada la naturaleza del encargo, necesitaba de forasteros que estuvieran de paso, y ellos venían que ni pintados. Por supuesto que recibirían un pago por un trabajo, que ante todo, debían  hacer con la máxima de las discrecciones.

Estos Mario y Luigi también te arreglaban las cañerías... sacándotelas de un navajazo.

  Viendo un trabajo relativamente fácil y bien pagado en la propuesta nuestros “héroes” aceptaron el curro y no perdieron ni un minuto en encaminarse a dicha tienda.

   Una vez allí solamente Viktor y Ragnar entraron a tratar de conseguir lo que Luigi les había pedido. Pero uno de los trabajadores del local se puso chulito provocando una pelea extraña (sin derramamiento de sangre, solamente un par de manos bastante doloridas) que llevó a que su jefe, aterrorizado tras las artes de convencimiento de Viktor y las de intimidación de Ragnar, se pusiera como loco a buscar el objeto en cuestión.

   Tras unos tensos momentos, en que se incluyeron la rotura de varios botes de tinte que expulsaron un hedor horrible, el dueño de la tintorería entregó a Magmar un pequeño cofre. Y despues de conseguir lo que iban buscando, el grupo volvió a “El Cordero Lechal” a entregar el cofre sin abrirlo por el camino (a pesar de que tanto Magmar como Karin deseaban hacerlo pese a  la negativa del resto). Luigi lo abrió una vez lo tuvo en sus manos comprobando que era lo que le faltaba: un montón de diamantes sin cortar. Sin faltar a su palabra y como agradecimiento por el trabajo bien hecho les pagó 20 coronas de oro por cabeza, algunas más de las que se habían acordado al aceptar el trabajo, dada la profesionalidad con la que habían hecho el encargo.

"Don Luigi, son unos pofesionales..."
Je, si tu supieras...
   Con la satisfacción de un trabajo bien hecho nuestros aventureros regresaron a la barcaza esperando llegar a Grissenwald cuanto antes para tratar los asuntos que tenían pendientes con Ethelka.


PIFIAS DEL DÍA:
DJ Jago: 1
Dani: 2
Silvia: 1
Gorka: 1