sábado, 5 de mayo de 2018

Cuidando la imagen

  Ya comenté en la anterior entrada que no soy de andar teorizando sobre rol, pero llevaba tiempo queriendo escribir sobre esto, asi que voy a intentar seguir con la tónica del blog volviendo a llevarme la contraria. Pero no se vayan todavía, prometo volver a las chorradas de siempre en la siguiente entrada.

  Durante la pasada Semana Santa tuve ocasión de volver a colaborar un año más en las jornadas Ómicron de Zalla organizadas por la asociación Abaco de Bilbao, asociación a la que, por otro lado, también pertenezco desde hace unos añitos.

  No ha sido la primera vez en la que durante la sesión de la partida alguien se ha quedado deleitado ante el despliegue de cacharrería que suelo poner en la mesa, ya fuera jugador o mero espectador atraído por la explosión de colores y cosas bonicas expuestas, causando que el tema saliera a debate una vez más. Y es que siempre lo digo: hay que saber vender tu mesa de juego.
Y atraer jugadores como moscas sobre fascinante montón de mierda.
  No he asistido a muchas jornadas de rol, pero nunca olvidaré la sensación que me embargó en las primeras en las que estuve al ver lo que se desplegaba ante mis ojos nada más entrar por la puerta: Un páramo absoluto sin color alguno. Así, tal cual. Es que, de hecho, mis ojos fueron directos a las mesas donde se jugaba al X-wing. Y más o menos este ha sido el denominador común en las siguientes jornadas a las que he asistido: echar un vistazo a la zona de juego y encontrarme con un yermo en donde los ojos no pueden evitar posarse allí donde se está jugando a juegos de mesa, con sus cartoncitos, sus daditos, sus cartitas, sus miniaturitas y sus tableritos. Todo en FULL HD y alta gama.

No, no es rol. Pero no deja de ser un orgasmo para los sentidos.
  Desde que empecé a jugar me ha gustado ver lucir la mesa de juego. Y como Director de Juego he tratado de cuidar la imagen de la misma con ayudas de todo tipo para ayudar en la inmersión de la partida, desde mapitas hasta coloridas hojas de PJ, pasando por pergaminos con mensajes que reciben los jugadores, detallados dibujos y fotos de lo que ven, o las omnipresentes pantallas. Asi que no puedo evitar menear la cabeza como viejo gruñón cada vez que veo la grisura más absoluta en las mesas de unas jornadas, con fotocopias en blanco y negro para las hojas de PJ y poco más. Porque no me llama, no me entra por los ojos, no capta mi interés para acercarme a ver lo que andan en esa mesa o en la otra, y aunque sé que eso no es sinónimo de que el juego o la partida vayan a ser una castaña, tengo claro que quien se encarga de ello va a perder a “clientes” potenciales por no saber llamar la atención hacia su mesa. Y es que no hay que fijarse mucho para ver cómo las editoriales y gente del mundo del rol interesada en vender su producto se esmeran en este detalle, con pancartas junto a sus mesas bien a la vista de todo el mundo y accesorios de juego sobre las mismas, con tantos colores que eso parece un juego de rol de Agatha Ruiz de la Prada.

  Ya sé que no todos tenemos los recursos de una editorial para poder poner un cartel del tamaño de un campo de futbol, luces estroboscópicas, iluminación láser o un grupo de bailarinas montando el show con espectaculares coreografías alrededor de nuestra mesa, pero siempre se puede hacer algo para darle un poco de vistosidad, y que la gente se acerque a preguntar por nuestro juego captando su interés para el siguiente pase, aunque solo sea haciendo unas hojas de PJ bonitas, o poniendo las correspondientes pantallas incluso aunque no las uses por que no te gusten, que nada te impide ponerlas a un lado para que hagan bonito. Y si no atraes “clientela” verás como al menos la mesa gana algunos puntos para todos los implicados ayudando en la inmersión de la partida.
Ahí lo teneis. Más de la mitad de lo que hay expuesto no es necesario para jugar pero,
¿y lo bien que luce?