En la anterior entrada dejábamos a nuestros protagonistas ante un descubrimiento de los de dejarte el pelo patrás y el culo apretado.
Encontrarse con la sobrina secuestrada de uno de los Jueces Supremos podía explicar muchas cosas, o al menos hacer que alguien tuviera que empezar a explicar muchas cosas, y aquel fué el punto de la historia que hizo que los acontecimientos se precipitaran cual torrente de diarrea tras un empacho de guindillas.
28 de Sommerzeit: Momento de la histeria colectiva.
Con
esto en su poder, la ecuación quedaba más que clara, y el problema se resolvía
frente al grupo, ya que a pesar de quedar algún cabo suelto, lo que acababan de
descubrir dejaba bien claro que el Sumo Sacerdote de Ulric, Ar-Ulric, aquel
modelo célibe a seguir de la iglesia de Ulric estaba siendo chantajeado
mediante aquellas cartas de amor a las claras escritas por su puño y letra,
y dejándolo como el mayor picha brava del Imperio, solo superado por el bueno del Doctor Luigi; mientras que el secuestro de la sobrina del Juez Supremo Erlich, señalaba no
solo un acto delictivo de la más alta índole, sino que también lo exculpaba a
él del tema de los impuestos, y señalaba claramente a los otros dos jueces,
dejando implícitas otras cuestiones.
Allavandrel se puso histérico. El descubrimiento de la sobrina de Erlich
hizo que dejara de lado todas las demás cuestiones, y apremió al grupo a
llevarla isoflautamente a lugar seguro. Los demás trataron de calmarlo, insistiendo
en seguir investigando el lugar, pero el elfo no estaba por la labor,
exponiendo que lo más importante y urgente era salir de allí cuanto antes con
la niña. Aquella discusión llevó a un duro enfrentamiento al grupo, que acabó
mandando a paseo airadamente al elfo, quien no se detuvo a esperarlos, y salió
del edificio con la niña, en busca de la primera patrulla de guardias que
pudiera escoltarlos hasta el palacio, mientras los demás, recogían a Arty para
llevarlo a que lo curasen, y se dedicaban a terminar de inspeccionar el
edificio lo más rápidamente posible para arramblar con todo lo que pudieran.
Una
vez en la calle, los dos halflings tomaron la ruta al palacio preguntando por
el Maestro de la Caza, mientras que Albrecht y Magmar se llevaban a Arty al
templo de Shallya. Los halflings no tardaron en alcanzar a Allavandrel casi a
la altura del hogar del Juez Erlich, y una vez allí el elfo entró en la lujosa
mansión como una tromba nada más le fueron abiertas las puertas por orden de la
guardia. A los criados no les dio ni tiempo de levantar a su señor de la cama,
ya que el Juez no tardó en bajar las escaleras debido al escándalo montado en
la planta baja. Vistiendo camisón y gorrito de dormir, se quedó ojiplático al
ver a su sobrina, a quien abrazó llorando a moco tendido sin dar crédito a lo
que veían sus ojos. Cuando se recompuso, miró a los recién llegados y gritó
lleno de ira “¡Fue Hoflich! ¡Secuestró a Reya para obligarme a apoyar los
impuestos! ¡Traed mis armas! ¡A mí la Guardia!”. Erlich se incorporó y regresó
a sus aposentos para reaparecer poco después completamente repuesto, vistiendo
una coraza como armadura, y portando una espada.
La
cosa se había desbordado. Siguiendo órdenes del Juez, todo el mundo dejó la
mansión para dirigirse al palacio: Guardias de la ciudad, escolta del Juez, el
propio Juez, y por supuesto, nuestros amados halflings junto a Allavandrel,
apretaron el paso por las pocas calles que separaban el hogar del Juez Erlich
del palacio, y pronto la alarma fue pasando de guardia en guardia. Llegados al
palacio, se les comunicó que tras ir a ver la obra “El Anillo de los
Libelungos”, Hoflich había ido a reunirse con el mismísimo Graf, y temiendo lo
peor, todo el mundo corrió a los aposentos del mismo, donde los Caballeros
Pantera apostados en la entrada, pidieron explicaciones ante tan salvaje
interrupción. Explicaciones que obviamente nadie se detuvo a dar entre los
empujones y carreras, y finalmente alguien abrió las puertas de par en par.
Lo
que todos vieron frente a ellos los dejó mudos. En medio del dormitorio del
Graf, dos Grafs en camisón completamente idénticos, peleaban hechos un ovillo,
tirándose de los pelos y golpeándose como buenamente podía.
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Yo también me habría liado a hostias conmigo mismo al verme de esta guisa. |
Karin
fue la primera en reaccionar, y corrió hacia los dos hombres, momento en el que
uno de ellos empujó al otro al suelo al verse sorprendido por tanta guardia, y
se dirigió hacia una de las ventanas abiertas, lanzándose a través de ella. Sin
perder más tiempo, y mientras Viktor y Allavandrel buscaban el lugar al que la
paloma mensajera encontrada en el edificio del Altquartier podía estar
entrenada a ir, Karin salió a la carrera del palacio en busca del Graf
fugitivo, encontrándose en la entrada al edificio a sus compañeros Magmar y
Albrecht, de vuelta del templo de Shallya de dejar allí a Arty. Habiéndose dado
la orden de cerrar a cal y canto el palacio para que el fugitivo no escapara, y
siendo cualquiera sospechoso, los tres fueron apresados y llevados al
cuartelillo por muchas quejas y resistencia que opusieran, mientras veían como
todos los Caballeros Pantera se ponían en pie de guerra para proteger el
palacio y a su señor, momento tenso en el que Karin creyó ver en el reflejo de
la coraza de uno de los caballeros a una criatura despellejada que no se
correspondía con el dueño de dicho reflejo.
Arrestados por motivos de seguridad, pronto fueron soltados cuando
Allavandrel, tras dejar la paloma en la pajarera real acompañado de Viktor,
habló en su nombre, y se los llevó al salón del trono, donde se estaba reuniendo
a todo el mundo del palacio para su interrogatorio por el reciente atentado
contra la vida del Graf. Pese a la desconfianza general hacia el grupo, el Juez
Erlich y Allavandrel defendieron a nuestros protagonistas a capa y espada de
toda acusación, y las palabras de ambos bastaron para dejar clara su inocencia
en todo el asunto, y la importancia de su intervención a la hora de arruinar el
nefasto plan contra el Graf, y en medio del jaleo, un Caballero Pantera llegó
jadeante diciendo que se había encontrado algo importante en los aposentos de
Hoflich, lo que provocó más carreras hasta el lugar para ver lo que se había
destapado, que era, nada más y nada menos, que el cuerpo medio descompuesto del Juez
Hoflich. El auténtico Juez Hoflich, junto a un montón de papeles en los que
estaba escrita la dirección de la vivienda de Reya, y un diagrama de escaños de
poder del palacio, en ese momento, alguien reconoció la letra de los
documentos, y el nombre de la persona detrás de todo salió a la luz: Wassmeier.