24 de Sommerzeit, día 3: Marktag. Tarde.
La actuación del elfo en el Teatro se desarrolló con el mismo buen hacer del artista y a la salida Arty se encontró con Magmar, quien había ido a buscarle. Los hermanos esperábamos por nuestro lado la salida de los elfos para ir a dar un paseo juntos y, si se terciaba, tomarnos unas jarras en la fiesta de la cerveza. Pero, casualidades del destino, nos encontramos antes con Arty y Magmar fruto de un desafortunado pisotón a una estirada dama por parte del primero con el consiguiente revuelo.
Una vez nos juntamos con los elfos, partimos todos a dar un paseo y contar de nuevo en alguna concurrida calle la leyenda de Hansel Gretelstein que tantas pasiones levantó en los jardines. Pero quizá al mundano público no le interesen las leyendas que hablan de valores nobles, o quizá es que no era buena hora, la cuestión es que una vez terminado el relato sumamos menos de 2 coronas de oro recaudadas, poco en comparación con actuaciones anteriores.
La próxima vez que metan ordenador por un tubo en la historia. Aunque sea una mierda, verán lo contenta que se queda la plebe. |
Terminada la actuación y el trabajo del día, reanudamos el paseo en busca de una taberna tranquila donde ingerir el líquido elemento pero fuimos sorprendidos por 4 hombres que nos cortaron el paso en una calle solitaria. Tratando de evitarlos, nos giramos y nos encontramos a 5 hombres más, comandados por un enano con un garfio por mano. El enano resultó ser Brok, el hermano mayor de Magmar, y ambos familiares no parecían tenerse demasiada estima según pudimos comprobar los allí presentes cuando intercambiaron palabras.
Tras las poco halagüeñas presentaciones, Brok nos contó el motivo de tan inesperada visita, la cual parecía haber sido posible gracias a la inestimable ayuda de los chiquillos que llevaban tiempo siguiendo a Magmar. El plan de Brok era forrarse realizando dos encargos simultaneos. Magmar se había ganado una buena reputación luchando en los Desafíos al Campeón, pero además había provocado una importante pérdida de ganancias a los apostantes que confiaron en su capacidad para vencer a Dieter, de modo que si ellos no iban a cobrar, el que cobraría sería Magmar. El segundo encargo tenía implicaciones mas oscuras, puesto que se trataba de cargarse a los dos elfos y preparar el terreno para que culparan del asesinato al Gremio de Ingenieros. Quedaba claro que además, habían otros motivos personales por los que Brok le tenía ganas a Magmar, por lo que aprovecharía ambos encargos para afeitarle la barba sin cuidado alguno a su hermano pequeño, que todavía no se creía haber encontrado en Middenheim, y mucho menos fuera el causante de tanto revuelo.
Tras el intercambio de palabras mal sonantes cargadas de testosterona provocadas por nuestra intención de llegar a un acuerdo, o al menos ganar algo de tiempo, se dispusieron a atacarnos, mas nuestros compañeros elfos no se quedaron de brazos cruzados y actuaron con presteza lanzando flechas uno y atacando con su laúd el otro. Arty, tras titubear en un principio, decidió echar a medias la casa por la ventana y utilizar la magia de una manera disimulada. Conjurando los vientos de la magia creó sonidos de pisadas, chocar de escudos y desenvainar de espadas, simulando la llegada de la Guardia por las calles adyacentes. Por su parte Magmar se lanzó a por su hermano. Algunos asaltantes se quedaron paralizados al escuchar las numerosas pisadas y valoraron la idea de largarse de allí, mientras que el resto nos repartimos a los enemigos restantes.
Un grito de guerra y de aliento por parte de Brok instó a los asaltantes a no acobardarse y "terminar el trabajo". Pero un dardo mágico de Arty (ahora sí echó del todo la casa por la ventana) surcó haciendo crepitar el aire, consiguiendo acaparar más la atención y logrando que algunos asaltantes huyeran acobardados cuando vieron que entre nosotros había un hechicero.
Mientras tanto yo me hallaba en serias dificultades. Tras un fuerte golpe inicial por parte de mi contrincante decidí adoptar una postura defensiva con la intención de no recibir más daño, pero éste volvió con más fuerza que la vez anterior y me arrolló cual bestia desbocada. Algo pasó con mi brazo derecho, noté mucho dolor y sentí frío, perdiendo el conocimiento en aquella peliaguda situación.
Me desperté horas más tarde en una gran habitación muy iluminada, rodeado de mis compañeros (exceptuando a Albretch) y de los dos elfos. Deduje que estábamos en el templo de Shallya y acerté. Me sentía recuperado, aunque algo extraño a la vez. Fué entonces cuando me percaté de que me faltaba el brazo derecho, seccionado a la altura del codo. El mundo se hundió para mí. ¿Qué había pasado? Entre todos me explicaron que vencieron a los asaltantes aunque algunos huyeron, entre ellos el responsable de la pérdida de mi brazo. Brok, por lo visto, acabó hecho papilla poco antes de que llegara la Guardia, tarde como de costumbre. Me llevaron lo antes posible al templo pero ya nada se podía hacer por mi brazo, aunque sí por mi vida y ahora me hallo del todo recuperado aunque con nuevas limitaciones.
Los elfos, como tontos no son, exigieron una explicación por ese atentado acerca del cual habíamos oído rumores y el cual se había hecho patente horas antes.
Vimos una oportunidad de conseguir dos buenos aliados, pero ello conllevaba el descubrimiento del verdadero motivo de nuestra visita a Middenheim. Les confesamos que realmente estábamos en la ciudad para buscar a Gotthard Von Wittgenstein, persona buscada por la inquisición sigmarita y nos explayamos lo suficiente como para que tuviera sentido pero lo justo como para no contarles absolutamente todo nuestro plan.
Aún así los elfos no daban crédito. Más aún teniendo en cuenta que sus vidas estaban en juego y que se iba a culpar al Gremio de Ingenieros y a todos los enanos de la ciudad del atentado. Nosotros, por nuestra parte, sugerimos que los elfos se entrevistaran con Dennin. Siendo conocedores del desprecio mutuo que se profesan, sigue siendo mejor opción que consigan ser neutrales a que se conviertan en acérrimos enemigos dado que ambas partes son víctimas de un complot. Anonadados y sorprendidos por los últimos acontecimientos, los dos elfos abandonaron la habitación afirmando que investigarían por su cuenta.
En otro orden de cosas, no nos olvidamos de nuestro compañero Albretch quien había ido al carro a recoger sus pertenencias. Una vez allí dejó un aviso a Renata para que nos comunique su nueva situación cuando volvamos y ésta, visiblemente entristecida por la futura ausencia indefinida de nuestro compañero, decidio darle una despedida íntima en el carro, el cual acabó desplazado varios metros a pesar de tener puesto el freno de mano.
Albretch volvió a la tienda de hierbajos justo cuando Perlenbacher estaba atendiendo a un misterioso y bien vestido pero ansioso cliente que le pedía algún remedio que le relajara con presteza. El entrañable anciano parecía ser consciente de lo que su cliente buscaba y le aseguró que en esa tienda no íba a encontrar ese producto en concreto. De todas formas le ofreció varias hierbas relajantes ante lo cual el misterioso cliente claudicó y decidiendo comprarlas, arrojó a la mesa bastante más dinero del que costaban tras lo cual se dirigió a la salida poniéndose la capucha. A pesar de ello, Albretch le vió la cara al pasar a su lado y le preguntó a su jefe por el cliente. Tras las insistencia de Albrecht, Perlenbacher terminó por admitir que sabía quién era y, con cierto reparo y secretismo, afirmó que era el Canciller Sparsam en busca de alguna dosis de droga que parecía que le hacía falta, dado el monazo que se traía encima.
Iba a decir que al mono mejor darle un plátano, pero... |