jueves, 8 de agosto de 2013

ACTO 20 (Vol. 3)

  Terminamos en esta entrada con la narración de Viktor sobre los acontecimientos que le han llevado a tener que aprender a hurgarse la nariz con la mano izquierda. Toda una declaracion de superación personal de la que seguro que pronto tendremos película.

24 de Sommerzeit, día 3: Marktag. Tarde.

  La actuación del elfo en el Teatro se desarrolló con el mismo buen hacer del artista y a la salida Arty se encontró con Magmar, quien había ido a buscarle. Los hermanos esperábamos por nuestro lado la salida de los elfos para ir a dar un paseo juntos y, si se terciaba, tomarnos unas jarras en la fiesta de la cerveza. Pero, casualidades del destino, nos encontramos antes con Arty y Magmar fruto de un desafortunado pisotón a una estirada dama por parte del primero con el consiguiente revuelo.

  Una vez nos juntamos con los elfos, partimos todos a dar un paseo y contar de nuevo en alguna concurrida calle la leyenda de Hansel Gretelstein que tantas pasiones levantó en los jardines. Pero quizá al mundano público no le interesen las leyendas que hablan de valores nobles, o quizá es que no era buena hora, la cuestión es que una vez terminado el relato sumamos menos de 2 coronas de oro recaudadas, poco en comparación con actuaciones anteriores.



La próxima vez que metan ordenador por un tubo en la historia.
Aunque sea una mierda, verán lo contenta que se queda la plebe.

   Terminada la actuación y el trabajo del día, reanudamos el paseo en busca de una taberna tranquila donde ingerir el líquido elemento pero fuimos sorprendidos por 4 hombres que nos cortaron el paso en una calle solitaria. Tratando de evitarlos, nos giramos y nos encontramos a 5 hombres más, comandados por un enano con un garfio por mano. El enano resultó ser Brok, el hermano mayor de Magmar, y ambos familiares no parecían tenerse demasiada estima según pudimos comprobar los allí presentes cuando intercambiaron palabras.

  Tras las poco halagüeñas presentaciones, Brok nos contó el motivo de tan inesperada visita, la cual parecía haber sido posible gracias a la inestimable ayuda de los chiquillos que llevaban tiempo siguiendo a Magmar. El plan de Brok era forrarse realizando dos encargos simultaneos. Magmar se había ganado una buena reputación luchando en los Desafíos al Campeón, pero además había provocado una importante pérdida de ganancias a los apostantes que confiaron en su capacidad para vencer a Dieter, de modo que si ellos no iban a cobrar, el que cobraría sería Magmar. El segundo encargo tenía implicaciones mas oscuras, puesto que se trataba de cargarse a los dos elfos y preparar el terreno para que culparan del asesinato al Gremio de Ingenieros. Quedaba claro que además, habían otros motivos personales por los que Brok le tenía ganas a Magmar, por lo que aprovecharía ambos encargos para afeitarle la barba sin cuidado alguno a su hermano pequeño, que todavía no se creía haber encontrado en Middenheim, y mucho menos fuera el causante de tanto revuelo.

  Tras el intercambio de palabras mal sonantes cargadas de testosterona provocadas por nuestra intención de llegar a un acuerdo, o al menos ganar algo de tiempo, se dispusieron a atacarnos, mas nuestros compañeros elfos no se quedaron de brazos cruzados y actuaron con presteza lanzando flechas uno y atacando con su laúd el otro. Arty, tras titubear en un principio, decidió echar a medias la casa por la ventana y utilizar la magia de una manera disimulada. Conjurando los vientos de la magia creó sonidos de pisadas, chocar de escudos y desenvainar de espadas, simulando la llegada de la Guardia por las calles adyacentes. Por su parte Magmar se lanzó a por su hermano. Algunos asaltantes se quedaron paralizados al escuchar las numerosas pisadas y valoraron la idea de largarse de allí, mientras que el resto nos repartimos a los enemigos restantes.

  Un grito de guerra y de aliento por parte de Brok instó a los asaltantes a no acobardarse y "terminar el trabajo". Pero un dardo mágico de Arty (ahora sí echó del todo la casa por la ventana) surcó haciendo crepitar el aire, consiguiendo acaparar más la atención y logrando que algunos asaltantes huyeran acobardados cuando vieron que entre nosotros había un hechicero.

  Mientras tanto yo me hallaba en serias dificultades. Tras un fuerte golpe inicial por parte de mi contrincante decidí adoptar una postura defensiva con la intención de no recibir más daño, pero éste volvió con más fuerza que la vez anterior y me arrolló cual bestia desbocada. Algo pasó con mi brazo derecho, noté mucho dolor y sentí frío, perdiendo el conocimiento en aquella peliaguda situación.

   Me desperté horas más tarde en una gran habitación muy iluminada, rodeado de mis compañeros (exceptuando a Albretch) y de los dos elfos. Deduje que estábamos en el templo de Shallya y acerté. Me sentía recuperado, aunque algo extraño a la vez. Fué entonces cuando me percaté de que me faltaba el brazo derecho, seccionado a la altura del codo. El mundo se hundió para mí. ¿Qué había pasado? Entre todos me explicaron que vencieron a los asaltantes aunque algunos huyeron, entre ellos el responsable de la pérdida de mi brazo. Brok, por lo visto, acabó hecho papilla poco antes de que llegara la Guardia, tarde como de costumbre. Me llevaron lo antes posible al templo pero ya nada se podía hacer por mi brazo, aunque sí por mi vida y ahora me hallo del todo recuperado aunque con nuevas limitaciones.   
    

                                                                     Aprovecha Viktor, que con eso podrás ser la envidia de los cosplayers.

  Los elfos, como tontos no son, exigieron una explicación por ese atentado acerca del cual habíamos oído rumores y el cual se había hecho patente horas antes.

  Vimos una oportunidad de conseguir dos buenos aliados, pero ello conllevaba el descubrimiento del verdadero motivo de nuestra visita a Middenheim. Les confesamos que realmente estábamos en la ciudad para buscar a Gotthard Von Wittgenstein, persona buscada por la inquisición sigmarita y nos explayamos lo suficiente como para que tuviera sentido pero lo justo como para no contarles absolutamente todo nuestro plan.

  Aún así los elfos no daban crédito. Más aún teniendo en cuenta que sus vidas estaban en juego y que se iba a culpar al Gremio de Ingenieros y a todos los enanos de la ciudad del atentado. Nosotros, por nuestra parte, sugerimos que los elfos se entrevistaran con Dennin. Siendo conocedores del desprecio mutuo que se profesan, sigue siendo mejor opción que consigan ser neutrales a que se conviertan en acérrimos enemigos dado que ambas partes son víctimas de un complot. Anonadados y sorprendidos por los últimos acontecimientos, los dos elfos abandonaron la habitación afirmando que investigarían por su cuenta.

  En otro orden de cosas, no nos olvidamos de nuestro compañero Albretch quien había ido al carro a recoger sus pertenencias. Una vez allí dejó un aviso a Renata para que nos comunique su nueva situación cuando volvamos y ésta, visiblemente entristecida por la futura ausencia indefinida de nuestro compañero, decidio darle una despedida íntima en el carro, el cual acabó desplazado varios metros a pesar de tener puesto el freno de mano.

  Albretch volvió a la tienda de hierbajos justo cuando Perlenbacher estaba atendiendo a un misterioso y bien vestido pero ansioso cliente que le pedía algún remedio que le relajara con presteza. El entrañable anciano parecía ser consciente de lo que su cliente buscaba y le aseguró que en esa tienda no íba a encontrar ese producto en concreto. De todas formas le ofreció varias hierbas relajantes ante lo cual el misterioso cliente claudicó y decidiendo comprarlas, arrojó a la mesa bastante más dinero del que costaban tras lo cual se dirigió a la salida poniéndose la capucha. A pesar de ello, Albretch le vió la cara al pasar a su lado y le preguntó a su jefe por el cliente. Tras las insistencia de Albrecht, Perlenbacher terminó por admitir que sabía quién era y, con cierto reparo y secretismo, afirmó que era el Canciller Sparsam en busca de alguna dosis de droga que parecía que le hacía falta, dado el monazo que se traía encima.




Iba a decir que al mono mejor darle un plátano, pero...
  Dicha droga se vende en los barrios bajos pero Sparsam parecía llevar un tiempo sin su dosis necesaria. Perlenbacher comentó que actualmente estaba sufriendo mucha presión por la gran subida de los impuestos… Algo interesante cuánto menos, que me ha dado mucho en lo que pensar ahora que tiempo no me falta para ello, postrado en cama como me hallo recordando los días en que aún me rascaba la oreja con la mano derecha.

miércoles, 7 de agosto de 2013

ACTO 20 (Vol. 2)



   Viktor continua relatándonos cómo las pesquisas en Middenheim llevaban al grupo de los terrores con tanta hipótesis conspiranoica de por medio, y lo cierto es que viendo cómo estaba el patio, no era para menos.

24 de Sommerzeit, día 3: Marktag. Tarde.

  Karin y yo nos hallábamos en la Fiesta del Jardín. Entre la muchedumbre se podía ver a varios Caballeros Pantera, la Guardia personal del Graf, mas no vimos a este último.

  Petra, dama de pelo rizado castaño, se unió al grupo donde se hallaba la princesa, y un suspirante Rallane decidió presentarnos, tanto a la princesa Katarina como a las damas que la acompañaban. Durante las pertinentes presentaciones, elogios de rigor y preguntas indiscretas y acusatorias de la carabina (también de rigor), mi hermana se percató de la llegada a la fiesta de dos personas más, quienes fueron anunciados como el Gran Hechicero Albrecht Helseher, moreno con una larga melena y vestido de azul oscuro, y su ayudante Hanna Eberhauer, mucho más joven que él.

 

Albrecht Helseher. Otro que se sumó al carro de los cameos.

  A pesar de que intenté ganarme la confianza de Katarina prometiéndole una de mis historias aderezadas con el magnífico acompañamiento de Rallane, las preguntas de la carabina y sus observaciones se volvieron cada vez más impertinentes, pero fuimos salvados por la campana: Herr Doktor Luigi Pavarotti hizo una triunfal entrada en escena ganándose, para su regocijo, las malas miradas de todos, en especial la de la carabina.

  Sin embargo como lo prometido era deuda, Katarina, emocionada por todo lo artístico, se prestó a organizar un sitio y un rato para Rallane y para mí en el cenador, lugar que en ese momento ocupaba los músicos que amenizaban la fiesta.

  Mientras tanto, seguimos hablando con el resto del selecto grupo y conseguimos algo más de información acerca de Luigi. A saber:
  • Kirsten desmintió que Herr Doktor estuviera tratando la enfermedad del Graf. No le dejarían acercarse a él, y su único cometido era tratar la enfermedad de su hijo, el cual parecía ir presentando mejoría poco a poco.
  • Petra definió a Pavarotti con las siguientes palabras: "Tiene una resistencia admirable y una gran capacidad atlética, pero me niego a repetir la experiencia con él, que tardé dos días en recuperarme".
  • Emmanuelle, por su parte, confesó que Luigi le hizo proposiciones indecentes cuando menos lo necesitaba.
  Fue entonces cuando un adinerado mercader que también era parte de la conversación, y dueño de varias tiendas de hierbas, interrumpió la conversación. Afirmaba que Herr Doktor era un buen médico pese a todo lo que se decía de su vida privada, y que sabía bien lo que hacía, ¡¡Además de que era muy bueno tratando a sus pacientes con hipnotismo!!

  En ese momento una antorcha se encendió en la mente de mi hermana y la mía. Recordamos claramente la actitud de Dieter recitando con una expresión inanimada lo “necesarios y correctos que eran los nuevos impuestos”, como un autómata. Nuestra percepción acerca de la importancia y protagonismo de Herr Doktor cambió en ese instante.

¿Qué otra cosa esperábais en el medievo?
  Y mientras mi hermana y yo haciamos nuestras conjeturas a raíz de la nueva y sorprendente información, nuevos invitados llegaban a la fiesta: uno de los Mariscales y Herr Goebels hacían acto de presencia en ese momento.
   
  Tras otro rato largo de charla llegó por fin el momento de las leyendas de Hansel Gretelstein, acompañado musicalmente por Rallane y con una inestimable ayuda de Karin recitando la famosa introducción para dar paso a la leyenda de “La princesa y la cama de piedras preciosas”. Una leyenda que ensalza el honor y otros nobles valores que salen a flote aunque la situación se torne adversa y decepcionante. La narración a través del arte músical de Rallane, y mi talento de cuentacuentos cautivó a la princesa Katarina y a multitud de los asistentes de la fiesta.

  Tras la actuación, los halfings y los elfos dimos un paseo, durante el cual se nos acercaron diferentes personalidades a saludar y dar la enhorabuena por la historia. Un rato más tarde encontramos al Gran Hechicero y a su ayudante. No me lo pensé dos veces e inicié una amena charla con ellos acerca del mundo de la magia, sus entresijos y diferentes aspectos de ésta. Hablando de magia no podía dejar pasar la oportunidad de unirlo con el tema de los impuestos a los magos y de cómo esto ha propiciado el exilio de muchos de ellos. El Gran Hechicero, visiblemente enfadado, se alejó de la conversación y Hanna comenzó a hablar más de la cuenta, aunque por desgracia su mentor la calló a tiempo. A saber:

  • Sospechaban que el Canciller Sparsam es el que lo había llevado todo a cabo, que solo le interesa llenar las arcas de la ciudad.
  • Hanna opinaba que podía haber sido capaz de convencer a los Jueces Supremos y al Graf para introducir los nuevos impuestos en la ciudad. Nota mental de los Halflings: ¿Es el Canciller amigo de Herr Doktor? Porque eso podría explicar muchas cosas…
  • Hanna también confesó haber sido víctima de proposiciones por parte del Canciller, a pesar de que éste es un hombre tímido poco dadó a tratar con el género femenino, según comentan los elfos.
  Al fín de toda la conversación, se nos acercó de nuevo el mil veces mencionando Luigi, dándonos una jocosa noticia: El delicioso ponche servido en la fiesta era obra suya. Los elfos se acojonaron. Yo me dí cuenta de que no me encontraba demasiado bien y, en un somero vistazo en derredor nos fijamos de que había gente demasiado contenta a causa de la graduación del brebaje, o diréctamente vomitando o desmayada. Sintiéndome centro del universo al ver girar el mundo a mi alrededor, me encontraba peor todavía. Dejé la copa apoyada donde buenamente pude y decidimos que era un buen momento para reanudar nuestro paseo por le jardín del palacio, a ver si nos refrescaba el aire, momento en el que vimos aparecer, de nuevo, al Caballero Eterno y notamos cómo les repugnaba a los elfos.

  Durante nuestro paseo nos encontramos a Herr Goebels hablando con gente adinerada. Los comentarios sobre él son que es un ladrón (no me extraña en absoluto) y que trata muy mal a las mujeres (con algo tenía que completar el pack de “Pinto y coloreo cómo hacer amigos”). Ninguna opinión que no se espere de alguien que ocupa al mismo tiempo los cargos de Presidente de la Comisión de Comercio, Industria e Impuestos, y el de la Dirección del Gremio de Mercaderes.

  Fuimos presentados y decidí ir a hablar con él para ganármelo un poco. Los elfos, muy sabiamente, decidieron mantenerse al margen. Durante nuestra conversación le hice la pelota sobre lo bien escogidos que están los nuevos impuestos y que, aunque ahora nos fastidien a la mayoría, en un futuro cercano servirán perfectamente a la ciudad. Herr Goebels defendió también los impuestos afirmando que le gustaban los cambios tributarios y que el tesoro necesitaba fondos adicionales, los cuales serían necesarios tras el Carnaval. También mencionó que el gremio de mercaderes quedaba exento del pago de los nuevos impuestos, lo cual estoy seguro de que le agradaba sobremanera. Preguntándole acerca del origen de éstos afirmó desconocerlo, aunque intuía que fué el Canciller Sparsam el artífice o uno de los artífices de su implantación. Continuó su elogio a los nuevos impuestos y despotricó de las tres grandes facciones afectadas: magos, enanos y religiosos. Durante la conversación salió de nuevo a la luz el rumor de que parecía haber problemas en el Norte del Imperio.

  Terminada la “amena y sincera” charla, volví con los elfos y mi hermana. Éstos comentaron que Herr Goebels y el Canciller son muy amigos, lo cual nos hizo seguir hilando esta complicada telaraña de relaciones e imaginando diversas teorías conspiranoicas.

  Desviamos nuestra narración hacia otro lugar y otro momento. Lugar donde se encontraba Magmar, a las 16h. Magmar decidió ir a buscar a Dennin al Gremio de Ingenieros para ponerle al corriente del plan de algunos enanos que pretendían atentar contra los elfos de la corte. Dennin aseguraba no saber nada y, aunque no guardaba ninguna simpatía por los elfos, era consciente de que su raza sería la más perjudicada si algo malo les pasara. Decidió recriminar a sus obreros y aseguró que hablaría con el Sumo Sacerdote de Grungni para que hiciera lo propio con sus fieles, y se corriera la voz del peligro de llevar tal acción a fin de evitar un mal mayor.


 Y mas vale que hagan caso, que las hostias de este cura no son precísamente de oblea.

  Dicho y hecho, Magmar se dirigió al teatro en busca de Arty. Por el camino descubrió que unos chiquillos lo seguían y observaban, pero en el momento de actuar éstos ya habían desaparecido por los callejones que desembocaban en el Altquarter. Prosigió su camino hacia el teatro y se encontró con Arty cuando salía del mismo.

  Por otro lado, nuestro compañero Albretch, conocedor de la vacuidad de su monedero y de la imperiosa necesidad de ganarse algunas monedillas decidía dirigirse a la zona comercial en busca de trabajo. Visitando diferentes locales le ofrecieron todo tipo de empleos. Desde calígrafo hasta cantero, desde artista perrofláutico hasta embalsamador (lo que nos faltaba). Finálmente pareció encontrar un empleo que le agradaba: herbolario. En el comercio “Tomillo y Orégano”, regentado por un solitario anciano llamado Alfonse Perlenbacher que buscaba ayudante. Además de la entrevista de rigor, Perlenbacher no escatimó en palabras, demasiado tiempo encerradas en su garganta y comienzó a contarle su vida de viudo de más de 70 años cuyos hijos no estaban interesados en el negocio familiar y que emigraron hace ya bastante tiempo. Comentó lo bien que le vendría un ayudante para su pequeña tienda abarrotada de frascos con hierbas de toda índole, ya que no podía ir a recogerlas y regentar el local al mismo tiempo, lo que le obligaba a tener que pagar a proveedores, algo que incrementaba los gastos del comercio, bajando en consecuencia las ganancias. Le preguntó a Albretch por su experiencia en este negocio pero nuestro joven compañero, como cualquier joven que busque empleo sin tener ni puta idea del puesto a desempeñar, y ni una mísera hora de experiencia en él, hizo gala de una verborrea supina alegando su facilidad de adaptación, sus ganas de aprender, su joven dinamismo y su buena voluntad.


  El viejo Alfonse decidió darle el trabajo. Trabajo que consistirá en salir de la ciudad en busca de los más variopintos hierbajos que circundan la Fauschlag. El anciano le proveyó de una licencia con la cual la Guardia de la ciudad le dejará entrar y salir sin pedirle que ponga el culo y además le ofreció dormir en el piso de arriba. Siendo un negocio familiar, disponía de su parte habitable en el mismo local, lugar donde una vez vivió el resto de su familia… Joder, hasta a mí me da penica el viejo, hoygan.

  Albretch firmó un contrato por un mes, cuya retribución semanal es de 45 peniques. Desde luego cómo se deja mangonear la juventud, yo no firmaba por menos de 1 corona diaria y Jacuzzi todos los fines de semana con elfas ligeritas de ropa. Tras firmar, nuestro compañero se dirigió al carro con la intención de recoger sus pertenencias.

  Mientras tanto en los Jardine del Palacio, decidiamos que ya era hora de marchar a otros eventos carnavaleros, que que en ese momento los elfos se percataban de que se estaba haciendo tarde y debían partir inmediatamente hacia la Escuela de Música para llegar a tiempo para la actuación de Rallane. Decidimos ir con ellos, faltaría más. De hecho, observamos que Emmanuelle y Hanna también se diorigían hacía allí, así que intentariamos no perder la oportunidad de sacarle más información a Hanna unas horas mas tarde, cervecita en mano.

martes, 6 de agosto de 2013

ACTO 20 (Vol.1)

  Hoy recoge el testigo de la narración de las crónicas nuestro querido Viktor. Que tras los dramáticos y calamitosos hechos acaecidos en las últimas partidas, ha tenido tiempo de sobra para meditar sobre cuestiones tan trascendentales como el calentamiento global, la existencialidad del no ser, o si la tortilla de patatas debe o no debe llevar cebolla. Y es que el concepto de "echar una mano", ha pasado a tener un significado tan abierto para el halfling, que no ha podido evitar replantearse el significado de la realidad de los sentidos, o algo así.

  Pero mejor que sea él mismo quien nos cuente cómo andan las cosas por Middenheim.

Que poco falta para que las cosas anden así por Middenheim.
  Adelante con la crónica Viktor:

  Postrado como me hallo en mi lecho, tras aqueste fatídico día, procedo a relatar nuestras aventuras y desventuras de hoy. Un día completo al que nada le ha faltado… bueno, sí, hay algo que sí falta...

24 de Sommerzeit, día 3: Marktag

  Comenzamos el día como de costumbre. Tras el copioso desayuno procedimos a pagar nuestra cuota a los papones: 4 coronas de oro. Mientras que el grupo casi al completo decidía ir al mercado, tanto para adquirir víveres, como para empaparse de cotilleos y saberes mundanos, Magmar prefería quedarse en el carro a esperar a que despertara Glugnur, el matador inconsciente que yacía al lado de nuestra casa con ruedas.


  Durante nuestro trayecto al citado destino fuimos testigos de un ajuste de cuentas. Un humilde mercader y su esposa eran avasallados por dos matones quienes exigían “el pago” a “El Hombre”. Tras titubear unos segundos y dada la injusticia de tal acto, Arty y yo (Viktor) decidimos intervenir. Logramos el cese de la violencia previo pago de 15 coronas de oro provenientes del bolsillo de Arty. El matón llamado Bruno y su compañero se quedaron con nuestras caras y procedieron a desaparecer entre la muchedumbre poco antes de que la Guardia de la ciudad hiciera acto de presencia.


  Dichas “fuerzas de seguridad” (derroche de lo primero y patente escasez de los segundo) nos tomaron declaración a todos y cada uno de los allí presentes. El tendero Gustav nos contó cómo "El Hombre" se dedica a cobrar una cuota a todos los mercaderes de la zona de manera aleatoria y sin previo aviso. Gustav, humilde mercader con escasos bienes (las frutas sobrantes de su cosecha personal), afirmaba no ser capaz de afrontar los pagos que se exigen. También nos aconsejó evitar los Barrios Antiguos si no queriamos toparnos con "El Hombre". Ante tal información sospechamos que pueda pertenecer a la mafia de Los Orientales y tomamos nota mental.

  Mas tarde, y ya  en el mercado, nos pusimos manos a la obra con lo nuestro. Entre calabacines, sardinas frescas y melocotones obtuvimos jugosos cotilleos. A saber:

  • Unos estudiantes aseguraban que el Canciller Sparsam maneja importantes chanchullos y tiene bien guardado su dinero (no se sabe dónde).
  • Otros comentaban que el Graf ha impuesto los ídem con motivo de la organización de una campaña contra el Emperador.
  • Y, por otro lado, también había quien aseguraba que Erlich ha sufrido tres ataques (incluso estando encerrado en casa) y Hoflich es un hijo de la gran ramera, seguro que razón no les falta.
  Desplazándonos en el espacio pero no en el tiempo, llevamos la visión de los acontecimientos hasta el carro, lugar donde Glugnur despertaba más jodido que una puta tras la Fiesta de la Farlopa.

Y como es "enano matador" y no "enano falto de higiene",
lo primero que hizo antes de ponerse la cresta fue cepillarse los dientes.

   Magmar engañó a su compañero enano acompañándolo a la Capilla de Grungni, lugar donde le aseguró que podía pedir explicaciones por seguir todavía vivo, aunque su intención real fuera la de obtener información acerca de ese posible atentado hacia los dos elfos de la corte por parte de un comando enano, información que Magmar obtuvo de un Glugnur mamado como una perra la noche anterior.

   Una vez allí, para sorpresa de los silenciosos y oradores enanos, Glugnur se puso a gritarle a la estatua de culto de Grungni en dicha capilla. Entre gritos y blasfemias Magmar actuó con presteza antes de que el resto de los allí presentes decidieran pasar a la acción y convertir al matador en un puzzle de 1.000 piezas, a la vez que satisfacían sus ansias de honorífica defunción.

  De este modo, Magmar lo acompañó a una taberna donde parecían servir cerveza decente y allí el matador se percató de que su monedero estaba vacío y acusaba de robo a nuestro compañero. Magmar, entre evasivas y negaciones, se hizo cargo de la invitación de las cervezas y el matador abandonó el lugar hecho una furia, momento en el cual entró al local una osamentera vendiendo baratijas y ropa hecha jirones de dudosa procedencia. Nuestro compañero rechazó una y otra vez las “maravillosas oportunidades de comprar los mejores ropajes a un precio irrepetible”, hasta que la mujer sacó su bien más preciado: un anillo con un zafiro encontrado en un dedo sin cuerpo arrojado por el Barranco de los Suspiros.

  La osamentera pidió 10 coronas de oro y Magmar, a sabiendas que debía de costar como mínimo el triple, decidió hacer la compra, no sin antes tratar de regatear el precio con nulo éxito. Llevó a la osamentera hasta el Gran Parque para echar mano del dinero guardado en el carro y finalizó la transacción.

Magmar tratando de hacerse el duro con la oferta de la mujer.

  Volviendo en este punto la perspectiva de la historia al grueso de nuestro grupo, ese era el momento en el cual yo decidía estrenar mi pipa cargada de aromatizadas hierbas del buen rollo y la relajación astral. Un buen aliciente para ver los Desafíos al Campeón desde otra perspectiva. En dicho evento se dejó ver Al Ulric, rodeado de un buen número de Caballeros del Lobo Blanco. Y, un poco más alejada, vimos a una nerviosa Kirsten, tensa hasta la coronilla por los difíciles dos combates a los que se estaba viendo sometido Dieter. Por fortuna, el Campeón continúa invicto aunque no le haya sido fácil la última vez.

  Tras los Desafíos al Campeón llegó el receso para comer en el Gran Parque y tener la reunión del grupo al completo para ponernos al día acerca de todos los acontecimientos. Echando un vistazo a la reciente adquisición de Magmar, Karin descubrio un nombre grabado en el anillo: “Klaus Gürtelross” y un pequeño resorte que desprendía el zafiro del anillo, dejando visible la insignia del Gran Gremio de Hechiceros. El grupo comenzó a pronunciar multitud de teorías y conspiraciones acerca de por qué un Hechicero iba a ser tirado por el Barranco de los Suspiros. La que más fuerza tomó fué la de “desaparición, asesinato y nunca más se supo”, ya que de cualquier otra forma habría sido enterrado con todos los honores en el cementerio de la ciudad, y no arrojado al lugar al que ván los difuntos cuyas familias son incapaces de pagarles un "alojamiento" en el cementerio de la ciudad.

  Tras la comida nos dió la hora de ir al Campeonato de Tiro con Arco y los hermanos halfling nos vestimos con nuestras mejores galas, recordando que tras el campeonato estábamos invitados a la Fiesta del Jardín. Una vez en el lugar del torneo, nos encontramos con nuestros dos amigos elfos acompañados de Dieter y Kirsten. Además también pululaba por allí el Caballero Eterno mostrándose en público, cual maniquí en un escaparate.

  Pachanga, flechas, vinito, risas entre colegas. Kirsten confesó sus ganas de irse a vivir junto a Dieter tan pronto como él dejara su puesto de Campeón. Terminamos el campeonato y tras la suma total de puntos fuimos testigos del resultado final y la entrega de premios, siendo Allavandrel el ganador del campeonato con tan solo 10 puntos de ventaja sobre el segundo, el desconocido y forastero elfo sin nombre, que tanta fama se había ganado en el campeonato al haber sido capaz de competir a la altura del Maestro de La Caza.

  Terminado el campeonato, nos dirigimos pues a la tan ansiada Fiesta del Jardín. Los halfings fuimos parados en la entrada por motivos obvios, pero Rayane intercediendo por nosotros nos hizo pasar. Dieter y Kirsten se alejaron de nosotros para ir a saludar a la Princesa Katarina, quien se encontraba acompañada por las damas Natasha y Emmanuelle y, obviamente, por su inseparable carabina.

  Así las cosas, se abría ante nosotros una visión majestuosa de los jardines de palacio. Ambiente tranquilo y distendido, música de gran calidad, mucha cortesía, muchos canapés y mucho ponche. La tarde prometía.