Las macabras vicisitudes de nuestros protagonistas distaban mucho de haber acabado tras terminar con la investigación del templo de Sigmar, es más, si creían que en un solo día de ocioso turismo rural ya las habían visto de todos los colores, lo que les quedaba por ver en aquellos parajes les iba a dejar el pelo rubio de puro espanto.
De modo que continúa esta parte del relato narrada por Magmar, en la que entre otras cosas, aprenderemos las consecuencias de aceptar invitaciones de desconocidos. Si es que ya nos lo advertían nuestras madres...
27 de Sigmarzeit
La noche en la posada después de la primera visita al pueblo no fue muy reparadora que digamos, y tantas impresiones a lo largo del día nos pasaron factura, y no pudimos pegar ojo entre tantas pesadillas, cargadas de monstruos weirdos y abogados tentaculados.
A la mañana siguiente, nos levantamos bien temprano para hacer un buen desayuno que tras el shock del día anterior, preferéntemente no incluyera leche de oveja. Y tras el mismo, mientras unos se dedicaban a estudiar todo lo hallado en el templo de Sigmar, otros entablaban conversación con Herbert, dueño de la posada. Yo seguía sin tener ni puñetera idea sobre la espada que encontramos, pero tenía claro que era de manufactura enana, y mientras le daba vueltas al asunto, Arty, Albrecht, y Hans estudiaban todo aquel fajo de papeles que sacamos del templo, y de los que averiguaron que:
-Hasta hacía 100 años el área tenía buenas cosechas y era muy famosa por sus vinos.
-Dagmar von Wittgenstein, de quien se decía que practicaba la brujería, realizó un misterioso viaje a las Colinas Áridas, y del que regresó portando un cofre de plomo.
-La siguiente cosecha tras el regreso de Dagmar, no fue bien, y todo el vino se agrió.
-Hacía dos años, una tormenta sobrenatural se cernió sobre la zona, tras la cual se sucedieron dos días de lluvia negra. Desde entonces, los animales y las personas comenzaron a sufrir mutaciones, las tierras se deterioraron, y las cosechas se perdieron.
-El último registro de los papeles era de hacía 6 meses, terminando todo rastro del sacerdote de Sigmar, y sus anotaciones.
Ese viajecito del señor Dagmar parecía tener un cariz bastante turbio... |
Karin y Viktor por su lado, supieron por parte de Herbet de la existencia de Hombres Bestia en el bosque, deduciendo un ataque por su parte el motivo del estado del templo. Además, pusieron muy nervioso al hombre, al mencionar a los bandidos de los que hablaron los tres guardias que aparecieron por la posada el día anterior, lo que provocó que Herbert no quisiera hablar más, y se refugiara en la cocina, desde donde los dos halflings lo escucharon cuchichear con otra persona, por su voz presumiblemente mujer.
Despues de estas averiguaciones, decidimos volver a dar una vuelta por el pueblo para acercarnos a la casa de Rousseaux, y concertar cita para la invitación de cenar con Lady Margritte que nos habían ofrecido. A media mañana salimos de la posada, solo para darnos de bruces casi en la misma puerta con una mujer que llorando, nos rogaba que nos hicieramos cargo de su bebé, quien decía estaba muy enfermo, pidiendo que nos lo llevaramos de aquel infierno de pueblo. La insistente mujer prácticamente se echó encima de Al con el bebe envuelto en mantas, quien se negaba a cogerlo cuando atisbó extraños bultos que se movían debajo de la manta, y en el forcejeo, el bebé se cayó, logrando salvarlo del porrazo una avispada Karin que lo recogió al vuelo, solo para espantarse al poder ver de cerca al bebé en sus brazos: De la boca de su desfigurada cara, comenzaban a asomar dos arácnidas pinzas, se le notaba una fina pelusilla negra creciendo en la piel, y los movimientos de las cosas bajo la manta terminaron de ponerle la guinda al bonito pastel.
Horrorizados, nos negamos a ayudar a la mujer, quien nos llamó de todo menos guapos, y bebé en brazos, se largó llorando. Pudiendo continuar con nuestro alterado paseo (y eso que acababamos de salir a la calle...), nos acercamos a la casa del médico, atisbando por la parte de atrás de la misma el jardín, donde una horda de mendigos se congregaba frente a una caseta de la que salían botellas azules en mano. La mosca volvió a instalarse tras nuestras orejas, pero aún así, dimos la vuelta a la casa y llamamos a la puerta principal, siendo recibidos por la sirvienta de Rousseaux, quien nos invitó a pasar y nos reunió con el médico. Una charla con el mismo nos confirmó lo de los Hombres Bestia en el bosque, y la ruina del templo de Sigmar con la muerte del sacerdote, tras un fuerte ataque de los mismos dos meses atrás, lo que hizo zumbar a nuestra mosca tras el rápido cálculo matemático mental al cotejar la información con lo que nos había dicho Herbert. Aún así, concertamos cita para la cena esa misma noche, y nos despedimos del alegre galeno. Sin embargo, nada más salir de la casa, apareció una veintena de guardias,
pretendiendo que les pagáramos un impuesto por haber usado el muelle al llegar el día anterior. Si, vale,
tal vez apuntar con mi arma al capitán no fuese buena idea, cuando eran 20 y todos armados con
ballestas. Pero… es la costumbre.
"Consjeo" muy saludable patrocinado por el blog Espadas y Dados, que ya va siendo hora de que nuestros jugadores pongan en práctica. |
Sin embargo estábamos junto a
la casa del médico, así que llamamos a la puerta, salió y arregló el problema con
la guardia, quienes al igual que los que ya vimos al llegar al pueblo, apestaban, y mantenían sus rostros ocultos tras sus cascos. Rouseaux, solucionó el percal diciéndoles que estábamos bajo la protección de los Wittgenstein y volviendo a recordarnos la cita para cenar. En el barullo montado, mas de medio pueblo terminó rodeandonós llamados por la curiosidad, y entre esa gente alcanzamos a ver en la lejanía a la misma mujer del molino.
Al poco de volver a la posada
y subir a las habitaciones para terminar de pasar el día hasta la cita con Rousseaux y Lady Margritte,
escuchamos ruidos en el pasillo. Entre que somos muy cotillas y que estábamos
paranoicos, abrimos la puerta, y nos encontramos con una humana con ropas de montaraz que resultó ser
miembro de una resistencia contra la familia noble, quien habiendo visto desde el molino nuestro pequeño
encuentro con la guardia y decidido que no somos afines a la familia, vino a saber más de nosotros, con lo que así se revelaba el secreto tras "los bandidos" que buscaba la guardia. Reunidos todos en una de las habitaciones, la joven y rubia chica de nombre Gilda, nos confesó que los rebeldes habían pedido ayuda al Imperio pero que nunca habían recibido respuesta, así como que al sacerdote lo mataron los guardias por órden de los Wittgenstein. Al saber nuestros motivos para estar allí, y que nos íbamos a reunir con Lady Margritte esa misma noche, nos llamó locos por el peligro al que nos exponiamos, insistiendo mucho en que nos unieramos a los rebeldes, y que huyéramos con ella a su base en el bosque.
Pero no. Eso habría sido
demasiado fácil. Al igual que sacar la pala desde el principio de la campaña.
Por lo que a esas alturas no lo íbamos a hacer, y fuimos a la cena con el galeno y Margritte, despues de que Gilda se marchara corriendo, a por su padre, para llevarlo al bosque, tras sospechar que esa reunión secreta podía haber sido descubierta por los espías de los nobles del lugar.
Una vez allí, empezó a ser algo mosqueante que el galeno nos dijera que dejáramos las armas en otro cuarto antes de la llegada de la noble. Pero a pesar de las advertencias de Gilda, nos confiamos pensando que no iba a pasar nada, debido sobre todo a que las normas de etiqueta lo justificaban. Por lo que tras la llegada en un carruaje negro de la joven, hermosísima, pálida, y ultramaquillada dama Wittgenstein, comenzamos la velada, hablando tranquilamente en la cena. Comimos bastante bien, mientras usábamos a Hans como excusa por haber llegado a la ciudad, sabiendo al mismo tiempo por boca de Lady Margritte y Rousseaux, que por cuestiones económicas la familia estaba intentando vender tierras a otros nobles sin mucho éxito. Y seguimos comiendo bien, hasta que nos quedamos paralizados por la droga que nos habían echado en la comida, y que no advertimos. Después entraron varios guardias, y con el colocón que llevábamos encima nos metieron en una carreta sin problemas, para llevarnos al castillo, en donde terminamos por perder la consciencia, y la noción del tiempo.
Tíooooo, eeeeshh queee essaaaa mierrdaa esstabaaa muy bueenaaa... |
Tendríamos que haber hecho caso a Gilda y a nuestras corazonadas respecto a ir a esa cena con Rousseaux y la dama Margritte Wittgenstein, pero el no querer quedar mal y hacer sospechar a la nobleza del lugar nos pudo... y así acabamos.
ResponderEliminarSi es que se veía venir...
Lo del bebé extraño ese prefiero olvidarlo. No me sentía con estómago para dejar morir a un bebé pero, después de ver lo que era, tal vez debería haberlo hecho.
En fin, ahora solo queda esperar que tras ese empacho a droga y un buen sueñecito para pasar el resacón, nos despertemos en casita, y todo esto solo haya sido una pesadilla... XDDDDD
Y en casita nos despertamos Karin, al menos la de alguien xDD Aunque ya podría haber sido en la una salita o algo :P
ResponderEliminarSiempre hacemos lo que no debemos xD a veces sale bien --> Boggenha... em... la ciudad esa xD; y a veces mal xDDD