lunes, 20 de febrero de 2012

ACTO 11 (Vol.2)

  Continuamos con el volumen dos narrado por Karin de la anterior partida, aprovechando para añadir una nueva y flamante novedad a blog: Una sección propia para todas las sandeces y paridas que pueden llegar a decirse en las partidas de la campaña que hemos venido a llamar Pifias Mentales. Por que sí amigos y amigas, semejantes demostraciones de bajeza en el intelecto humano han de ser preservadas para la posteridad cuando las cucarachas mutantes sucedan a la humanidad, y así ahorrarles siglos de investigación por descubrir la causa de nuestra extinción.



13 de Sigmarzeit:

   Tras madrugar fuimos a visitar el Templo de Shallya, donde nos sanaron todas las heridas. Las mejores coronas de oro invertidas hasta el momento. La mujer anciana que curó las heridas de Arty le dijo que el mal estaba sobre él pero que también veía un aura de bondad velando por su persona, para que no se desviase del buen camino.

   Una vez recuperados de las palizas, peleas con demonios y demás, nos dirigimos al Templo de Mor para poder despedirnos de Ragnar. Queríamos poder hacerle un entierro enano llevándolo a Grissenwald y dejándolo en manos del Clan Granmartillo, pero los últimos acontecimientos nos lo iban a poner difícil.

  Lágrimas no faltaron en la despedida, así como una emotiva promesa de venganza por parte de Magmar. Un augur se acercó y nos dijo que Ragnar estaba orgulloso de nosotros pero enfurecido a la vez (aunque eso no es de extrañar).

   Dado que el entierro al estilo humano supone que el cadáver esté desnudo, los sacerdotes del templo nos entregaron todos los enseres de nuestro amigo, e incluso el dinero que llevaba encima, así que dedicamos el resto de la mañana a vender la mayor parte de sus cosas.



Unos amigos envidiables: lo primero que hacen despues de despedirse del difunto,
es ir al rastro a vender las pertenencias del mismo.

   Aparte de eso, el resto del día lo dedicamos a buscar una carreta que nos pudiera acercar a la máquina de señales de Aynjulls, y al fín encontramos una perfecta que partiría al día siguiente.

   Al terminó por decidirse, y se unió al grupo pues dijo saber que tras los hermanos Villaverde siempre se mueve dinero, y eso es lo que a él le interesa. Pobre iluso, no sabe dónde se mete…

14 de Sigmarzeit:

   Pasamos el día viajando en carreta bajo una copiosa lluvia que provocó que Viktor y Al pillaran un buen trancazo.

   Entrada la noche llegamos a la máquina de señales, en la que todo estaba tal cual lo dejamos al marcharnos aceleradamente tras el susto con el necrófago y sus amigos del sótano. Se ve que en el Viejo Mundos los trámites burocráticos tardan su tiempo en recibir respuesta a los avisos de no-muertos en edificios del imperio. Mejor para nosotros.


En algunos casos, los no-muertos se pueden encontrar haciendo cola y todo, según la complejidad del trámite.

   Tras una cena decidimos dormir al calorcito del fuego y explorar el lugar al día siguiente haciendo guardias toda la noche.

15 de Sigmarzeit:
 
  Tras madrugar y desayunar, bajamos todos y tratamos de encontrar algo útil en la biblioteca del sótano. Al no encontrar nada nos dirigimos a la inquietante habitación con una estrella de seis puntas dibujada en el suelo con pintura plateada, en la que cada punta tenía una cerradura.

   Arty saco todas las llaves que tenían esa misma estrella y nos ofrecio una a cada uno. Abrimos las cerraduras y en el centro de la figura se abrio una trampilla hacia otra biblioteca más abajo.

   En el centro de la misma había una mesa llena de polvo con 3 libros encima abiertos. Arty nos leyó lo que decían las páginas abiertas, de lo cual sacamos algo más de información, aunque luego no sepamos ni qué hacer con ella:


Curioso. Ocurre lo mismo con los manuales de montaje de esta gente.

- En el año 2302 cayó un meteorito procedente de la luna Morrslieb cerca de las Colinas Áridas (el lugar al que Ethelka debía ir a por algo importante).

- Un documento firmado por Dagmar von Wittgenstein, hablaba del mayor fragmento de piedra bruja existente en el mundo, que le daría mucho poder para hacerse con todo el Viejo Mundo. Informaba de que se había contruído un receptáculo especial forrado de plomo para transportar dicho fragmento hasta el Castillo Wittgenstein, donde le esperaba una cámara reforzada mágicamente. Aparte de esos datos, encontramos un grimorio oscuro y una extraña pócima escondida en el interior de un libro de la biblioteca secreta.

   Con el nuevo descubrimiento sucedió un acalorado debate sobre nuestro próximo movimiento: sin un duro y una buena deuda que pagar a los malnacidos que persiguen a Arty (y con él, al resto del grupo) la idea de buscar esa piedra bruja para venderla en el mercado negro era una de las opciones, así como la de mandarlo todo a tomar viento, cambiarnos de nombre, y escondernos en el pueblo de paletos más incomunicado del Imperio. Finalmente nos decidimos por viajar hasta Delberz y hablar de todo lo sucedido con el mago Hyeronimous a ver si sacamos algo en claro con su ayuda.

   Y acabo de darme cuenta que además de estar buscados en Grunburgo, cercano a Altdorf, Viktor y yo somos “personas non-gratas” en Delberz tras la que se lió antes de marcharnos por la lengua larga de mi hermanito…

Me parece que nos va a tocar otra de disfrazarnos de niños para la próxma partida…

martes, 14 de febrero de 2012

ACTO 11 (Vol.1)

 Volvemos a las andanzas una vez más, y aquí estamos de regreso para desvelar lo que ocurrió tras el desastroso accidente provocado por nuestros sufridos ¿Héroes? durante la caza de Ethelka.


  Karin se ha tomado la molestia de relatar de primera mano lo ocurrido durante la última partida, así que sin más dilación, desvelaremos qué ocurrió tras los fatídicos hechos narrados en la anterior entrada.

12 de Sigmarzeit:
 
  Una vez muerta Ethelka, volvimos a la orilla del río remando a duras penas y nos acercamos al cadáver de nuestro amigo Ragnar, que a esas alturas estaba mas tieso que un pan de escayola. Algunos de los guardias de los muelles nos interrogaron brévemente hasta que un buen destacamento llegó desde lo alto de la ciudad, con el Sargento Roderick al mando, quien nos ordenó que lo acompañáramos al cuartel de Kemperbad para aclarar el asunto.

  Una vez en el cuartel de la guardia, un edificio tosco y sencillo, nos encerraron a todos en una celda de detención, tras quitarnos las armas que llevábamos, pidiéndonos  paciencia hasta que se nos atendiera para el interrogatorio sobre lo sucedido antes de dejarnos libres. Sin embargo, Arty estaba muy malherido y se lo llevaron a recibir algunas curas.

  Cuando nuestro futuro hechicero, o eso espera él, regresó de la cura-sana-culito-de-rana su tez estaba pálida y en su rostro podía verse que algo no había ido bien…
 

Es indiscutible que la tez de Arty no invitaba a la tranquilidad en aquel momento.
  Arty había sido llevado a la presencia de un tal Leopold, un conocido del fallecido Kastor Lieberung (sí, ese maldito que era clavado a Arty y pertenecía a una secta), el cual le tomó por el supuesto miembro de la secta y le exigió la herencia que se suponía debía recibir (para la secta de La Mano Púrpura) a cambio de dejarnos libres. Además, le mostró un par de papeles con los rostros de los dos halflings del grupo (Viktor y yo misma, Karin), que estamos “en busca y captura” en la zona de Grunburgo, a donde pertenecemos, y motivo por el que salimos de nuestro hogar en busca de una nueva vida, dejando claro que pese a que no eramos causantes directos del accidente de los elevadores de la ciudad, podían mover los suficientes hilos como para sernos considerados como tales, e incluso culparnos de herejía y de la presencia del demonio, y solo la eliminación de Ethelka, una formidable enemiga de La Mano Púrpura, les hacía darle una segunda oportunidad a nuestro Kastor para entregar la herencia y pasar por alto su aparente traición a la órden.

  De vuelta en la celda Arty nos contó todo esto y también que antes de dejarnos libres esos malnacidos se quedarían con todo nuestro dinero como adelanto de la herencia que tanto estaba tardando en entregar el, para la secta, supuesto Kastor, lo cual nos aterrorizó, a unos más que a otros: Magmar consiguió esconderse 20 monedas de oro en las botas, los halflings entre la ropa y bolsitas varias, y Arty… bueno, digamos que se ensució tanto el culo como el alma al ocurrírsele esconderse 10 coronas de oro y un anillo allí donde la espalda pierde su nombre.

  “Aparte del anillo, te dejo meterte 10 coronas de oro por el culo. A partir de ahí, por cada 5 coronas más que quieras meterte, harás una tiradita de Voluntad hasta que falles y tendrás un -10% a todas las características.” (DJ Akrabu a Arty sin terminar de asimilar lo que estaba teniendo que decir)

Sargento, tenemos a un delincuente que acaba de redefinir la expresión "dinero sucio".
  Un largo rato después de la visita médica de Arty (y con este empezando a sentir que le escocía todo por ahí abajo), un grupo de guardias con pañuelos púrpuras en sus muñecas vinieron a por el dinero. Nos pillaron a ambos hermanos tratando de esconder algunas monedas, lo cual derivó en que recibiéramos una buena paliza por hacernos los listos. Sin embargo, el enano y Arty pudieron salir de la celda con lo escondido y sin más moratones, salvo aquellos que ahora habían en la decencia de Arty.

  Una vez de patitas en la calle y con nuestras armas de nuevo en nuestras manos nos dirigimos al único sitio que conocíamos allí en Kemperbad: “El Cordero Lechal”. Bien entrada la noche pudimos comprobar que no había rastro de Luigi Belladonna ni de su compinche Mario a quienes buscábamos para pedir ayuda, ya fuera económica o de otro tipo, así que, algunos más pobres que otros, decidimos cenar algo.

   Cuál sería la sorpresa al encontrarnos Viktor y yo a un antiguo conocido de nuestro pueblo natal, Albretch (a partir de ahora lo llamaremos Al, que es más fácil), que recién había llegado a la ciudad buscando hacer algo de dinero como artista callejero. Tras una entretenida conversación y un montón de reproches por lo sucedido en Grunburgo, nos fuimos todos a dormir a la posada “El gato callejero”, donde una viejecita con un trabuco nos dio un acogedor recibimiento en su local antes de dejar que nos hospedáramos en el.


Y si lo estáis pensando, no se trataba de este Al, si no del nuevo PJ venido para quien antes llevaba a Ragnar.
De seguro que nos ofrecerá interpretaciones igual de memorables, aunque sea por otros motivos.



  Y chinpúm, con esto dejamos la crónica hasta el siguiente volumen de la saga. Más dolores y lamentos en la siguiente entrada..

jueves, 2 de febrero de 2012

ACTO 10



Al fín ha sucedido. Sanidad nos ha dado un toque de atención a causa de las frecuentes hemorragias causadas como consecuencia de la lectura de este blog, y aunque gustósamente nos encantaría seguir apoyando el crecimiento del sector de los bancos de sangre, nos hemos visto obligados a recuperar el sistema de los volúmenes, por lo que a partir de ahora procederemos a su uso y abuso cuando la extensión de las entradas así lo requieran.

Hecho el aviso, retomamos la campaña al perpetrar la que fue la primera partida del año. Y "perpetrar" es la palabra clave, ya que no se puede definir de otra forma el horror sangriento que los PJ-s desataron una vez más. Está vez cedemos el turno a Magmar para que nos cuente de primera mano la que seguramente pasará a considerarse "Zona Catastrófica" en el Viejo Mundo durante las semanas venideras.

Tres, dos, uno... adelante con la crónica:

Después de pasar tres días en Grissenwald, doloridos y en manos del galeno Frederick, haciendo algunas compras, reparando la armadura de Ragnar, cotilleando todo lo posible acerca de lo que ocurría en la mina... nos enteramos que los bichos verdes que quedaran habían huido dejando la mina vacía, de ellos y de oro. Aunque al menos, haciendo de diplomáticos (si, ¡De los de sin armas!) conseguimos que desde el ayuntamiento dejaran las montañas y la torre (aunque vacía de coronas de oro, que ya sabemos que los políticos son todos unos chorizos) a los enanos de Khazid-Slumbol, terminando por llevarse bien con ellos al llegar al trato de que fuera el clan Granmartillo el que acabara con las posibles amenazas que por allí llegaran.

¡Ah! Y nos recompensaron, claro. 100 coronas, y títulos de “Hijos predilectos de Grissenwald”. ¿Que para qué sirve eso? No lo tengo muy claro, aunque uso sí que le dimos... Así que tras eso, y una despedida del Capitán Bingham con buena comida... y mucha bebida, nos montamos en un barco (que junto con la estancia de los tres días, y comidas y bebidas, nos pagaron desde el ayuntamiento como parte de la recompensa por la ayuda prestada).

Decididos a encontrar a Ethelka y una vez estudiada la carta encontrada en su hogar, viajamos en dirección Middenheim, lugar del remite de la carta, para lo que primero tendríamos que bajar en Altdorf, que era a donde llegaba el barco en el que nos montamos. Pero dicho barco, tenía que hacer una parada obligatoria en Kemperbad, donde decidimos hacernos con algunas provisiones, e ir en busca de algún galeno para seguir con las curitas sanas. Sin meternos en líos. Simplemente subir y bajar a la ciudad usando los elevadores de la misma.

¿Alguien recuerda el comentario de que en Kemperbad hacía unos 50 años que no tenían ningún accidente en sus montacargas? ¡JA! ¡No contaban con nuestra habilidad para causarlos!



                                                       
"50 años sin accidentes, y ellos solo necesitaron
3 minutos y 27 segundos para liar la de Dios es Sigmar..."
Pensaba el Director de Juego de vuelta a casa.
Y es que mientras estábamos subiendo Karin, Viktor, Arty y yo mismo, Magmar, por un montacargas, dejando las armas... bueno, y el resto del equipo en la cesta de al lado, vimos bajar a un grupo que no esperábamos ver tan pronto. ¡La bruja Ethelka! Con cuatro mercenarios ¡Y “el libros”! Si, el libros, ¿Os acordáis del segundo día que viajábamos juntos, cuando en la carreta iban “el cartas” y “el libros” dada nuestra poca memoria con los nombres? ¡Pues ese larguirucho iba con la bruja! ¡Y peor! ¡Era otro brujo!

¿Que cómo sabemos que era un brujo? Porque en cuanto llegamos arriba, corrimos a las murallas, a un lugar en donde poder ver hacia dónde se dirigía dicho grupo, intentando gritar a Ragnar para que se percatara de la presencia de la bruja en los muelles de abajo, pero temo que estaba ya algo duro de oído. En fin, que como no nos escuchaba, corrimos hacia el montacargas que iba a bajar en ese momento, comprando por una corona los sitios de los cuatro, y montándonos. Pero claro, la guardia tiene que incordiar. Sino no se quedan a gusto. Cuando ya estábamos unos metros más abajo, nos hicieron subir acusándonos de alteración del orden debido a la atropellada llegada que hicimos a la ciudad, empujando y alborotando a todo el mundo para poder alcanzar las murallas desde las que observar cuanto antes, a donde iba Ethelka. Pero nuestra insistencia de que había una bruja y que había que pararla, hizo que incluso insistieran en acompañarnos, cuando, al pedir que nos identificáramos, les diéramos... si, exacto, el papel que no sabemos ni para qué vale. ¡Pero sirvió!

Al bajar a nuestra par varios de ellos, y en otro montacargas más haciendo oídos sordos debido a la agitación, a las advertencias de los ingenieros que operaban los elevadores sobre sobrepeso por las armaduras y armas que portaban, con las prisas pasó lo que tenía que pasar. Cedieron algunas cuerdas, los frenos no fueron suficientes, y todo el sistema de elevadores cascó, con lo que los guardias se precipitaron (nunca mejor dicho) a los muelles en una caída libre de 200 metros, y nosotros estuvimos a punto, pero ya estábamos casi abajo del todo, por lo que no hubo que lamentar ningún mal y únicamente sufrimos un pequeño choque contra el suelo.


¡It's raining men! ¡Hallelujah!
En realidad, si. Tenemos algo para lamentar, y es que Ragnar murió al enfrentarse a la bruja y sus secuaces, para que no lograran escapar cuando al oir a la gente de los elevadores gritar “¡Bruja! ¡Bruja!”, y ver el terrible accidente y el jaleo causado en los muelles por el mismo, Ethelka y sus súbditos, bajaron del barco que iban a tomar, y que resultó ser el mismo que el nuestro, y comenzaron a alejarse de allí tratando de huir aprovechando la confusión causada en el muelle por el accidente, pues nosotros aún teníamos que pasar por el barco para coger lo importante.

La parte buena, es que conseguimos vengarle matando a la bruja, “el libros”, y el terrible demonio que invocaron cuando tratamos de darles caza, y cuya presencia no hizo otra cosa que animar el ya de por si excelente caos de gente corriendo, y atropellándose unos a otros, causado por el accidente de los elevadores. Aunque no tenemos mucha más información que antes, tenemos un nombre que investigar sonsacado a la moribunda Ethelka, y tal vez una máquina de señales a la que volver, con todas las llaves encontradas, puesto que la última estaba en posesión de los dos brujos, para tener a Arty leyendo algunos documentos que nos aclaren lo que ha pasado, o querían que pasara... o puede que vaya a pasar ahora.

Eso si nos dejan irnos de Kemperbad, una vez hecho el recuento de muertos y heridos tras el accidente indirectamente provocado, y la aparición del demonio, claro. Y después de volver a Grissenwald a darle un digno entierro a Ragnar.