jueves, 7 de marzo de 2024

Codicia Sangrienta – Acto 3.1

Retomamos nuestra crónica para abordar la última parte de la  campaña con temática empresarial, que no estuvo carente de drama, tensión y dolor de barriga.

Ni qué decir tiene que cualquier atisbo de intención por parte de los jugadores de montar su propio negocio, quedó reducido a la nada más absoluta una vez finalizada nuestras partidas, pero eso es otra historia. De momento, sigamos con las vergonzosas desventuras de sus PJ-s.

17 de Sommerzeit

Tras unos días de asueto en la esclusa, y con la bodega bien cargada de la carne de los ciervos que Lïnara cazó en esos días, por entretenimiento y por surtir de más producto al stock de la empresa, La Luciérnaga retomó su viaje. Y dado que todas las dudas sobre el sabotaje y su causante ya se habían resuelto, patrón y empleados de confianza le apretaron las tuercas a Albert, que cantó como un mirlo. Jorm ya le tenía ganas al hombre y el interrogatorio habría hecho mearse en los pantalones a Clint Eastwood. Aunque hay que decir que Albert no opuso mucha resistencia, ya que estaba muy arrepentido de todo lo sucedido, puesto que el plan no había salido como lo había planeado, y por poco acaba él también en el puchero de los hombres bestia.

 

"O hablas, o soltamos al enano" le dijeron. Y ya no pudieron callarle.
 

Por lo que dijo, un hombre vestido con ropas muy lujosas y fuerte acento Tileano fue quien le contrató por 20 coronas, para que saboteara la barcaza y retrasase el viaje. Nunca fue su intención hacer daño a nadie, pero el sabotaje no se produjo como lo planeó y la barcaza se quedó tirada en el peor lugar y en el peor momento. Albert estaba muy arrepentido, e Yngwie acabó aceptando un pago compensatorio de 30 coronas por todas las pérdidas que había supuesto para la empresa, algo claramente insuficiente, pero que de momento libraba al hombre de un mayor castigo. Una vez que llegaran a Wolfenburgo, concretarían cómo pagaría el resto de su deuda con el elfo, pero de momento más le valía cumplir como no había cumplido hasta ahora, ya que el enano no le iba a quitar el ojo de encima.

Lo más importante de todo esto es que Yngwie constató, por la información recibida, que Van Haagen estaba detrás de todos sus males. El malandrín ya trató de meterse en su proyecto empresarial en Marienburgo cuando estaba en la búsqueda de un socio patrocinador, y ahora quedaba claro que tras negársele el trato, su intención era la de quitarle de las manos el negocio, por lo que era vital llegar cuanto antes a Wolfenburgo.

27 de Sommerzeit

A las 16:00 de aquel día, La Luciérnaga por fin recaló en Wolfenburgo. El viaje transcurrió sin ningún incidente desde que dejaran la esclusa, pero había sido largo, monótono y desesperante. Las fechas habían coincidido con el carnaval de Middenheim, y el tráfico fluvial que se dirigía a la ciudad del lobo blanco fue brutal en aquella última etapa, por lo que la navegación se volvió desesperantemente lenta, lo que no ayudó a aliviar los nervios de Yngwie. Sin embargo, por fin habían llegado y no era momento de dormirse en los laureles, o les arrebatarían el triunfo en el último momento.

Lo primero que hicieron al llegar fue buscar alojamiento, como no. Albert, quien había estado trabajando como si no hubiera mañana, se encargó junto a Lïnara de todos los trámites de los caballos, que fueron alojados en las caballerizas “La Peña”. Fue en ese momento cuando Lïnara se percató de la presencia de un hombre que observaba atentamente todos los movimientos del grupo desde que habían atracado, y haciendo caso a su instinto, decidió seguirlo con discreción. Aquel sospechoso hombre la llevó hasta otra posada mucho mas lujosa, de nombre “La Urraca”, y a la elfa el sentido élfico empezó a zumbarle con el volumen de la alarma puesto a máxima potencia.

Cuando la elfa vió salir de La Urraca a Van Haagen, acompañado de dos fuertes guardaespaldas y del hombre al que había seguido hasta allí, todas sus sospechas quedaron confirmadas. Gracias a la posición desde la que los veía sin ser vista y a su agudo oído, Lïnara pudo saber que los hombres hablaban de su grupo recién llegado y del fracaso del soborno para el sabotaje, además de los problemas que Van Haagen estaba teniendo con el alcalde del lugar, un tal Volking Konig, para llegar a un acuerdo respecto a la prospección de las minas. Al parecer el alcalde era un hueso duro de roer, y muy astuto respecto a los negocios de la ciudad a pesar de su condición de pueblerino. Aquello era una buena noticia: el patrón de Lïnara aún estaba a tiempo de arrebatarle el negocio a Van Haagen si jugaba bien sus cartas. Con una sonrisa en los labios, la elfa desapareció rumbo a La Peña para informar a Yngwie de su descubrimiento.

Mientras tanto, el resto del grupo había podido hacer algunas otras indagaciones, como que hacía ya una semana que un desprendimiento de tierra había causado varios heridos en las minas, que era el tercer accidente en menos de un mes durante las prospecciones de una nueva veta, y que el mozo de cuadra de La Peña andaba amargado por no haberse podido ir al carnaval de Middenheim, mientras que todos sus amigos ya habían partido a pegarse la juerga padre. Y fue el mozo precisamente, quien facilitó la tarea de hacer una buena entrada en el lugar cuando Lïnara informó a Yngwie de su descubrimiento: con gran teatralidad, Yngwie hizo ostentación de su dinero animando al mozo con unas exageradas propinas para que no lamentara haberse quedado currando, y este no tardó en empezar a largar por todo el pueblo que un miembro de la mágica especie de los elfos, se hallaba allí presto a soltar mucha guita por el bien de la localidad.

 

A ver Yngwie: barbilla alta y gesto de oler mierda, o no se lo van a creer.

Poco importaba que Yngwie estuviera más pelado que el sobaco de una rana, en ese momento lo importante era que todo el mundo allí se creyera que el elfo cagaba coronas de gromril y que iba a generar un chorrazo de empleos. Si eso calaba bien en los lugareños, ya tendrían un gran apoyo para enfrentar las negociaciones con el alcalde.

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