lunes, 1 de abril de 2024

Codicia Sangrienta – Acto 3.3

Llegamos al último acto de la campaña, con una partida que guardaba un final apoteósico para la historia, y que dejaría a los jugadores con el culo petrificado y los huevos congelados. Y es que, una vez más, no se escatimó en efectos especiales y sonido chorrofónico para la traca final que aguardaba a los protagonistas de esta aventura.

28 de Sigmarzeit

Durante la comida del mediodía de aquel día, el grupo volvió a reunirse en La Peña para ponerse al corriente sobre sus descubrimientos, pero nada más terminar de comer, y antes de ponerse de nuevo en marcha, una comitiva de guardias locales hizo aparición para apresar a Lïnara y Falandar: se los acusaba de robar pertenencias a Van Haagen en la posada de La Urraca, y varios testigos lo confirmaban.

Viendo que allí todo el mundo estaba comprado, resistirse al arresto solo complicaría las cosas, de modo que aunque negaron los hechos declararon que ya no trabajaban para Yngwie, por lo que Van Haagen no pudo hacer que arrestaran también al elfo como presunto colaborador, y de esta forma tanto él como el resto del grupo quedaban libres para poder seguir operando contra el villano, que refunfuñando vió como se llevaban a la pareja sin poder hacer más daño a sus rivales. Yngwie prometió darse prisa en liberar a Lïnara y Falandar, y el resto del grupo se puso manos a la obra sin perder tiempo.

Así, durante el resto del día y hasta la hora de la cena, consiguieron una audiencia con el alcalde, y se enteraron por el capataz de la mina que esta llevaba parada demasiado tiempo a causa de los accidentes, lo que empezaba a repercutir en la economía del pueblo. Convencieron a este último de que permitiera a Jorm investigar la mina bajo su supervisión, y acordaron hacerlo al día siguiente, pero la noche iba a ser muy larga en Wolfenburgo y algunos nunca volverían a ver el día siguiente.

¿Tengo que recordar que a comienzos de la campaña los jugadores descubrieron que estaban jugando una historia paralela a la que jugaron en El Enemigo Interior? Pues bien, fue justo en este momento cuando ambas historias se interconectaron.


No me miren así, necesidades del guión, oigan.
 

Esa misma noche, ocurrió el desastre. Y es que sin que nuestros PJ-s lo supieran, esa era la noche en la que en Middenheim se desató el caos (literálmente) en nuestra campaña anterior, y sus consecuencias se hicieron notar a miles de kilómetros a la redonda: un fuerte viento se levantó por todo Wolfenburgo al mismo tiempo que una enorme Morrslieb, la luna del caos, iluminaba con su luz verdosa las calles y se posaba sobre la Fauschlag, visible desde las ventanas más altas. Una explosión azul se dejó ver, oír y sentir desde Middenheim, la ciudad del Lobo Blanco que coronaba la Fauschlag y, a continuación, un rayo del mismo color salió despedido hacia el cielo arremolinado de nubes. Después, aquella malsana luz se extendió por todas las tierras del Imperio durante varios segundos y volvió la quietud, pero no por mucho tiempo.

Mientras nuestro grupo miraba con terror desde las ventanas de la posada, comenzaron los gritos, rebuznos y graznidos en las calles de Wolfenburgo. Los animales se encabritaron, la gente salió corriendo por las calles en medio de la noche presa del horror más absoluto, y seres grotescos comenzaron a aparecer por todo el pueblo, mientras comenzaban los disturbios y los incendios. Ah, y bajo la malvada mirada del Director de Juego, los jugadores se vieron envueltos en una ensalada de tiradas de dados para comprobar si lo que les crecía era un tentáculo en el sobaco, o un caparazón biónico en la chepa, porque, efectivamente, era el momento de ¡la barra libre de mutaciones!

 

Los personajes de la campaña dando las gracias al DJ por dejarles disfrutar
de las maravillosas tablas de mutaciones.
 

Los únicos seriamente afectados por la onda expansiva de caos desatado fueron Jorm, Yngwie y Johann. El enano fue quien más suerte tuvo de los tres, ya que la corrupción únicamente le afectó retorciéndole una pierna y dejándolo cojo de por vida, mientras que el jugador de Yngwie decidió gastar un Punto de Destino, para no ver al elfo convertido en una especie de filete crudo andante cuando se le volvió la piel del revés. Johann, al ser un miserable PNJ sin Puntos de Destino, fue el menos afortunado y corrió la misma suerte que muchos de los habitantes de Wolfenburgo, ya que se convirtió en un fistro cuando su cuerpo se llenó de pólipos supurantes.

La mañana siguiente prometía ser divertidísima. Sobre todo, para el Director de Juego.

29 de Sommerzeit

Al despertar, y una vez recuperados del susto, se pusieron en marcha. Debido a lo sucedido durante la noche anterior, en el pueblo reinaba la anarquía absoluta. Mucha gente había mutado, y familias y amigos no sabían qué hacer al ver aquel despliegue de escamas, miembros extra, tentáculos y cuernos. Los afectados pedían auxilio, y había quienes trataban de ofrecerlo, y quienes trataban de pasar por la piedra a aquellos engendros, fueran parientes o no.

Al ver que el capataz que los acompañaría a la mina no aparecía, Axel, Jorm, Gottfried e Yngwie decidieron ir a investigar sin él. Y esta vez no tuvieron problemas para entrar, ya que el guardia que la vigilaba estaba un pelín ocupado con el clon que le estaba creciendo desde la rabadilla. Investigar la mina les llevó toda la mañana, pero dio sus frutos y aceleró los acontecimientos hacia el final de la historia: el enano confirmó las sospechas de todo el mundo respecto a los accidentes en la mina al ver que habían sido clarísimos sabotajes pero, aún más importante, durante su investigación descubrieron a un hombre que los espiaba desde la distancia.

Actuando con rapidez, el grupo se dispersó para darle caza, pero en la persecución del individuo este se descalabró al caer desde unos andamios de la cantera exterior. Los sesos desparramados del tipo evidenciaban que no podrían interrogarlo, sin embargo, fueron capaces de desandar su camino siguiendo el rastro del espía, y este los llevó a un campamento cercano a la cantera en el que deambulaban 4 individuos. Obrando con astucia, y con la ayuda de los estudios de Jorm, lograron provocar una avalancha de rocas con la que sorprenderlos y atacarlos pillándolos desprevenidos, pero se les fue un poquito la mano con el desprendimiento, y la avalancha se llevó por delante a los hombres. Solo uno de ellos logró salir vivo, pero a pesar de ser un hábil pistolero que les dio guerra disparándoles en su embestida para llegar a él, estaba tan malherido que en cuanto llegaron a él y recibió el primer sartenazo, lo mandaron directo a saludar a sus amigos recién fenecidos.

Cuando nuestros protagonistas recuperaron el resuello, investigaron el campamento y cantaron ¡Bingo! con lo que allí encontraron: un montonazo de correspondencia entre Van Haagen y aquellos tipos que los señalaba como los culpables de los accidentes en las minas. Al parecer, bajo las órdenes de Van Haagen, aquel grupo había llegado semanas antes a las minas para sabotearlas y allanar el camino de su patrón, y con aquella correspondencia como prueba Yngwie tenía vía libre para negociar con el alcalde, además de quitar a Van Haagen de en medio.

De este modo, corrieron de vuelta al pueblo, alertaron a la guardia de lo que habían encontrado y pudieron al fin reunirse con el alcalde. Las autoridades liberaron a Lïnara y Falandar de su arresto, y detuvieron a Van Haagen, por maleante y por mutante, ya que había sido afectado por las emanaciones de la noche anterior, y se había convertido en la babosa rastrera que en realidad siempre fue.

Cuando la vorágine que afectó al pueblo se calmó con el paso de los días,Yngwie consiguió tras intensas negociaciones un muy lucrativo acuerdo con el alcalde para encargarse de la prospección de la mina, y ayudar a recuperarse a Wolfenburgo, con lo que su empresa Argentum Valley por fin echaba a andar. Unas semanas después, los inquisidores hicieron acto de presencia para encargarse de purgar de mutantes la localidad, y mucha gente fue directa a la hoguera, o huyó a los bosques cercanos. Con el paso del tiempo, poco a poco Wolfenburgo fue recuperando la normalidad y el comercio gracias a su recuperada mina, y nuestro elfo Yngwie por fin vió cumplido su sueño empresarial.

C´est fini.

Desde su cómoda celda en las mazmorras de la inquisición,
Van Haagen se despide hasta la próxima campaña.



miércoles, 20 de marzo de 2024

Codicia Sangrienta – Acto 3.2

El grupo no había llegado demasiado tarde a su destino, pero no lo suficientemente rápido como para poder operar sin la interferencia del gran enemigo de Yngwie. El señor Van Haagen había llegado a la par que ellos, y ahora el enfrentamiento con el mafioso empresario era inevitable.

Aún estaba por verse si todo quedaría en una agresiva confrontación de tiburones de las finanzas en un despacho, o llegaría a correr la sangre. Estaban muy lejos de Marienburgo, y cualquier cosa era posible.

28 de Sommerzeit

Una vez descansados del viaje había que ponerse a trabajar de inmediato.

Yngwie pidió voluntarios entre la tripulación para trabajar fuera del barco, con una remuneración en horas acorde, y Herman, Heinfried, Falandar y Gottfried dieron un paso al frente para ayudar sin pensarlo ni un segundo. Albert no necesitó de motivación económica alguna, ya que si la deuda contraída con todos no era motivo suficiente para echar un cable, la atenta mirada del enano Jorm y su afilada hacha lo convencían sobradamente.

Así, Jorm, Heinfried, Albert y Herman se dirigieron a las minas para investigar el terreno sobre el que tenían puestos los ojos, ya que tantos accidentes como les habían dicho que estaban ocurriendo no parecían una cosa muy normal. O tal vez sí, ya que el enano no paraba de refunfuñar sobre “la pobre ingeniería minera de los enclenques humanos”. Sin embargo, no pudieron investigar mucho, ya que no pudieron convencer al vigilante de la entrada para dejarles pasar, aunque sí pudieron saber del nombre de uno de los capataces de la mina: un tal Volker, más preocupado por el fondo de las jarras de cerveza que por supervisar los trabajos mineros. Ante la infructuosa visita a la mina, Jorm decidió tomar otro camino de acción, y fue buscar a los enanos de Wolfenburgo, pero tampoco tuvo suerte con ello.

Por su parte, Yngwie, Axel y Johann se dedicaron a hacer vida social por el pueblo. Con el fin de que la fachada de elfo asquerosamente rico siguiera haciendo efecto, se pasearon por el pueblo interesándose por la vida del mismo. Así, además de exhibirse como un señoritingo de la alta sociedad con ganas de dejarse mucho dinero allí, aprovecharon para cotillear sobre cómo andaban las cosas por Wolfenburgo. Fue así como se enteraron de que Van Haagen ya andaba en tratos con el alcalde, quien le pedía importantes concesiones para la localidad, pero que a la gente no le hacía ninguna gracia dejar la prospección de las minas en las manos de un extranjero. Lo último podía ser un problema para que Yngwie negociara, pero se alegró al saber que Van Haagen tampoco lo estaba teniendo fácil. Al final de la mañana, al elfo le pareció que el paseo había sido fructífero: habían descubierto que Klaus era el consejero que llevaba el tema de las minas, y su exótica condición de elfo (para los aldeanos) junto a los puñados de coronas que exhibía, dieron la impresión de que estaba causando buena impresión en la gente.

Finalmente, la pareja formada por Lïnara y Falandar se acercó a La Urraca a vigilar a los facinerosos de Van Haagen. Vieron salir al hombre que los vigilaba el día anterior para seguir a Yngwie y a su grupo, y fue en ese momento cuando probaron a entrar en la posada para acercarse más a su objetivo. Descubierta la habitación en la que se hospedaba, se arriesgaron a subir a la misma, pero ¡oh, sorpresa!, al mismo tiempo que ellos subían, Van Haagen bajaba. Al cruzarse en medio de las escaleras, la descarada elfa aprovechó para meterle todo el morro a Falandar y empotrarlo contra la barandilla, con el fin de hacerse pasar por dos apasionados tortolitos y que Van Haagen no la reconociera, pero la estratagema no surtió efecto, y el villano la reconoció de inmediato.

 

No le tenía ganas ni ná la elfa al elfo.

Empezaron los gritos, las acusaciones de espionaje, los insultos y las increpaciones. Van Haagen intentó sujetar a Lïnara para llevarla a las autoridades, pero esta se zafó y corrió escaleras abajo solo para ser interceptada por los hombres de Van Haagen, que se encontraban en la planta baja y acudieron en ayuda de su patrón al oír el escándalo. Apresada, Lïnara ya veía sus huesos en la celda del cuartelillo acusada de espionaje, puesto que la posadera, a todas luces comprada por Van Haagen, no dudó en comenzar a gritar proclamas en contra de ella, y de los elfos que traerían el mal a su pueblo. Fue entonces cuando, tras varios segundos de colapso mental debido al repentino e inesperado baile de lenguas, Falandar acudió al rescate de su compañera, hostigando a Van Haagen y obligándolo a soltarla. Los argumentos de Falandar eran contundentes, y Van Haagen no tuvo más opción que dejarles ir si no quería que lo asociaran con una pareja de elfos lujuriosos, ya que cualquier escándalo que lo salpicara perjudicaría sus negociaciones con el alcalde.

Tras aquel incidente, los dos elfos corrieron a refugiarse a La Peña, esperando a que el resto de compañeros regresaran para ver cómo abordar las siguientes horas del día.

jueves, 7 de marzo de 2024

Codicia Sangrienta – Acto 3.1

Retomamos nuestra crónica para abordar la última parte de la  campaña con temática empresarial, que no estuvo carente de drama, tensión y dolor de barriga.

Ni qué decir tiene que cualquier atisbo de intención por parte de los jugadores de montar su propio negocio, quedó reducido a la nada más absoluta una vez finalizada nuestras partidas, pero eso es otra historia. De momento, sigamos con las vergonzosas desventuras de sus PJ-s.

17 de Sommerzeit

Tras unos días de asueto en la esclusa, y con la bodega bien cargada de la carne de los ciervos que Lïnara cazó en esos días, por entretenimiento y por surtir de más producto al stock de la empresa, La Luciérnaga retomó su viaje. Y dado que todas las dudas sobre el sabotaje y su causante ya se habían resuelto, patrón y empleados de confianza le apretaron las tuercas a Albert, que cantó como un mirlo. Jorm ya le tenía ganas al hombre y el interrogatorio habría hecho mearse en los pantalones a Clint Eastwood. Aunque hay que decir que Albert no opuso mucha resistencia, ya que estaba muy arrepentido de todo lo sucedido, puesto que el plan no había salido como lo había planeado, y por poco acaba él también en el puchero de los hombres bestia.

 

"O hablas, o soltamos al enano" le dijeron. Y ya no pudieron callarle.
 

Por lo que dijo, un hombre vestido con ropas muy lujosas y fuerte acento Tileano fue quien le contrató por 20 coronas, para que saboteara la barcaza y retrasase el viaje. Nunca fue su intención hacer daño a nadie, pero el sabotaje no se produjo como lo planeó y la barcaza se quedó tirada en el peor lugar y en el peor momento. Albert estaba muy arrepentido, e Yngwie acabó aceptando un pago compensatorio de 30 coronas por todas las pérdidas que había supuesto para la empresa, algo claramente insuficiente, pero que de momento libraba al hombre de un mayor castigo. Una vez que llegaran a Wolfenburgo, concretarían cómo pagaría el resto de su deuda con el elfo, pero de momento más le valía cumplir como no había cumplido hasta ahora, ya que el enano no le iba a quitar el ojo de encima.

Lo más importante de todo esto es que Yngwie constató, por la información recibida, que Van Haagen estaba detrás de todos sus males. El malandrín ya trató de meterse en su proyecto empresarial en Marienburgo cuando estaba en la búsqueda de un socio patrocinador, y ahora quedaba claro que tras negársele el trato, su intención era la de quitarle de las manos el negocio, por lo que era vital llegar cuanto antes a Wolfenburgo.

27 de Sommerzeit

A las 16:00 de aquel día, La Luciérnaga por fin recaló en Wolfenburgo. El viaje transcurrió sin ningún incidente desde que dejaran la esclusa, pero había sido largo, monótono y desesperante. Las fechas habían coincidido con el carnaval de Middenheim, y el tráfico fluvial que se dirigía a la ciudad del lobo blanco fue brutal en aquella última etapa, por lo que la navegación se volvió desesperantemente lenta, lo que no ayudó a aliviar los nervios de Yngwie. Sin embargo, por fin habían llegado y no era momento de dormirse en los laureles, o les arrebatarían el triunfo en el último momento.

Lo primero que hicieron al llegar fue buscar alojamiento, como no. Albert, quien había estado trabajando como si no hubiera mañana, se encargó junto a Lïnara de todos los trámites de los caballos, que fueron alojados en las caballerizas “La Peña”. Fue en ese momento cuando Lïnara se percató de la presencia de un hombre que observaba atentamente todos los movimientos del grupo desde que habían atracado, y haciendo caso a su instinto, decidió seguirlo con discreción. Aquel sospechoso hombre la llevó hasta otra posada mucho mas lujosa, de nombre “La Urraca”, y a la elfa el sentido élfico empezó a zumbarle con el volumen de la alarma puesto a máxima potencia.

Cuando la elfa vió salir de La Urraca a Van Haagen, acompañado de dos fuertes guardaespaldas y del hombre al que había seguido hasta allí, todas sus sospechas quedaron confirmadas. Gracias a la posición desde la que los veía sin ser vista y a su agudo oído, Lïnara pudo saber que los hombres hablaban de su grupo recién llegado y del fracaso del soborno para el sabotaje, además de los problemas que Van Haagen estaba teniendo con el alcalde del lugar, un tal Volking Konig, para llegar a un acuerdo respecto a la prospección de las minas. Al parecer el alcalde era un hueso duro de roer, y muy astuto respecto a los negocios de la ciudad a pesar de su condición de pueblerino. Aquello era una buena noticia: el patrón de Lïnara aún estaba a tiempo de arrebatarle el negocio a Van Haagen si jugaba bien sus cartas. Con una sonrisa en los labios, la elfa desapareció rumbo a La Peña para informar a Yngwie de su descubrimiento.

Mientras tanto, el resto del grupo había podido hacer algunas otras indagaciones, como que hacía ya una semana que un desprendimiento de tierra había causado varios heridos en las minas, que era el tercer accidente en menos de un mes durante las prospecciones de una nueva veta, y que el mozo de cuadra de La Peña andaba amargado por no haberse podido ir al carnaval de Middenheim, mientras que todos sus amigos ya habían partido a pegarse la juerga padre. Y fue el mozo precisamente, quien facilitó la tarea de hacer una buena entrada en el lugar cuando Lïnara informó a Yngwie de su descubrimiento: con gran teatralidad, Yngwie hizo ostentación de su dinero animando al mozo con unas exageradas propinas para que no lamentara haberse quedado currando, y este no tardó en empezar a largar por todo el pueblo que un miembro de la mágica especie de los elfos, se hallaba allí presto a soltar mucha guita por el bien de la localidad.

 

A ver Yngwie: barbilla alta y gesto de oler mierda, o no se lo van a creer.

Poco importaba que Yngwie estuviera más pelado que el sobaco de una rana, en ese momento lo importante era que todo el mundo allí se creyera que el elfo cagaba coronas de gromril y que iba a generar un chorrazo de empleos. Si eso calaba bien en los lugareños, ya tendrían un gran apoyo para enfrentar las negociaciones con el alcalde.