Ha querido el destino que mis problemas óseos a cuenta de la caída que ya comenté hace tiempo no terminaran, por lo que este último año ha resultado ser toda una montaña rusa de emociones. De emociones, y de consumo de droga de la buena, legal y por cuenta de la Seguridad Social, para soportar el intenso dolor que mi maltrecha cadera izquierda me proporcionaba muy amablemente.
Como en tantas otras ocasiones, esto me ha llevado a volver a tener abandonado el blog pero, no hay mal que por bien no venga y, tras una delicada operación, ya puedo decir que soy uno con el metal y me he actualizado al siglo XXI como cyberpunk completo. Todo ello gracias a la prótesis de titanio que albergo en mi interior. ¡Jajajaja!, ahora mi cadera vale mucho más que vuestra mierda de iPhone, modernos, más que modernos.
Pero vamos al lío, que aquí estamos al grimdark y no al cyberpunk, y la historia de nuestro lamentable grupo dista mucho de haber terminado.
En nuestra anterior entrada, dejábamos a nuestros protagonistas tomándose un pequeño descanso en la capital del Imperio, y es a partir de ahí donde retomamos esta crónica de la campaña.
13 de Sigmarzeit
El grupo no quería desperdiciar las buenas oportunidades que la capital podía ofrecerles, y es por ese motivo por el que alargaron su estancia en Altdorf todo lo que pudieron. Como ya se dijo, Jorm aprovechó para continuar con su proyecto de la carrera además de seguir avanzando en el proyecto de su patrón, Yngwie hizo buenos tratos en lo que se refería a sus negocios, y el resto se limitó a cumplir con sus quehaceres dentro de la empresa y disfrutar ociosamente de todo lo que la capital podía ofrecerles.
Obviamente, lo último no estuvo exento de problemas, asociados a lo que inevitablemente sucede siempre que un PJ se va de parranda, y Lïnara y compañía tuvieron sus más y sus menos con la fauna de los bajos fondos de la ciudad cuando fueron víctimas de un ladrón que quiso hacer el mes con sus bolsas. Nuestros protagonistas solucionaron el problema con rapidez y eficiencia, pero su estancia empezaba a hacerse notar y a Yngwie no le convenía llamar la atención por el bien de su empresa. De modo que en cuanto estuvo todo zanjado en Altdorf, zarparon para continuar su camino hacia Wolfenburgo.
15 de Sigmarzeit
La Capitana Gertrude llevaba varios días preocupada por el clima y se lo hizo notar a la tripulación. Todo apuntaba a que en los próximos días habría lluvia intensa, y esto complicaría el avance de la barcaza por el río, por no hablar de otros posibles problemas derivados. Esto preocupó a Yngwie y le hizo arrepentirse del tiempo de más que invirtieron en su estancia en Altdorf, pero a lo hecho, pecho.
Sin embargo, aquello no era lo único que tenía preocupada a Gertrude. Desde que dejaron Altdorf, se mostró muy arisca con todo el mundo y trató a la gente con mucha más firmeza de lo habitual en su cargo como Capitana. Yngwie no tardó en saber por boca de Johann que esto se debía a que algunos de los hombres de la tripulación no habían querido informar sobre sus asuntos en Altdorf y, aunque la vida personal de cada uno no era de su incumbencia, dada la naturaleza del viaje la confianza entre todos los implicados era vital, mucho más si se tenía en cuenta que entre la tripulación había gente que llevaba poco tiempo con Gertrude; como Albrecht que apenas llevaba un año en La Luciérnaga, o Ulrich, del que casi no sabían nada, que había sido contratado poco antes de salir de Marienburgo, y que se había mantenido muy esquivo y silencioso durante todo el viaje. No había ningún motivo de alarma respecto a todo aquello, claro, pero era algo a tener muy en cuenta en la larga lista de problemas con los que Yngwie tenía que lidiar. Debido a su proyecto empresarial, ya se había granjeado algunos enemigos antes de salir de Marienburgo, y sabía cómo se las gastaban. La idea de tenerlos infiltrados entre la gente de La Luciérnaga no era descabellada, y Gertrude tenía mucha más experiencia que él liderando grandes grupos. Cualquier cosa que tuviera a Gertrude en alerta, era algo muy a tener en cuenta.
Tal era el nivel de paranoia, que los ojos de Yngwie no daban más de sí para sospechar. |
16 de Sigmarzeit
No tuvieron mucho tiempo para pensar en lo que preocupaba a la Capitana, porque durante la mañana del 16 de aquel mes, La Luciérnaga se topó de bruces con algo que les traería de cabeza durante unas cuantas horas.
Una lujosa barcaza navegaba en dirección opuesta a la de ellos. El navío estaba ocupado por un enorme grupo de jóvenes borrachos hasta la indecencia, que disfrutaban de la desmadrada fiesta organizada a bordo, y su sola presencia en el rumbo que seguía La Luciérnaga hizo tragar saliva y apretar el culo a Yngwie. Las dos barcazas no tardaron en cruzarse, y los temores del elfo se vieron justificados en cuanto comenzaron los primeros saludos. Los jóvenes juerguistas se mostraron muy amables y explicaron que se encontraban celebrando el cumpleaños de uno de ellos, un tal Rufus Schneider. Yngwie reconoció el nombre rápidamente, y no necesitó mucho tiempo para darse cuenta de que estaban frente a un buen número de caprichosos y mimados hijos de familias pudientes, acostumbrados a mirar por encima del hombro al vulgo. Los temores de Yngwie se hicieron realidad en cuanto la tripulación de La Luciérnaga sufrió una invitación forzosa de los señoritos del otro barco, para unirse al jolgorio desmadrado que se traían: mientras que la Luciérnaga se veía invadida por un ejército de mozos y mozas en un estado etílico lamentable, Jorm era llevado a una competición de beber cerveza y los halflings se convertían en los protagonistas indiscutibles de un concurso de “lanzamiento de halfling”. El resto de la tripulación de la Luciérnaga, se las veía y deseaba para mantener a raya a la muchachada tratando de que esta no hiciera demasiados estropicios en la barcaza, y observaban cómo los camareros del otro barco, a la postre también guardias de seguridad de los señoritingos, tampoco eran capaces de mantener orden en todo aquel descontrol.
Mucho se quejaba el elfo, pero si le hubieran pillado en su época universitaria, otro gallo habría cantado. |
Yngwie no podía creer lo que veían sus ojos. Todo su proyecto empresarial se estaba yendo al cuerno por culpa de una turba de alcohólicos desenfrenados. No le faltaban ganas de desenvainar la espada y liarse a tajos con aquella gentuza con ínfulas, pero la situación había que arreglarla con delicadeza, aquello no se iba a solucionar liándose a tortazos como con un vulgar grupo de piratas de río, por que cualquier desliz diplomático podía ponerle en el punto de mira de otra influyente familia Imperial (y la lista ya era bastante larga a estas alturas). De modo que no tenía más remedio que aguantarse las ganas de agarrar por el cuello a alguien, y tratar de solventar la situación de la forma más fina que pudiera.
Y mientras Yngwie y Gertrude trataban de poner fin a aquella situación, la despensa de La Luciérnaga fue saqueada, Jorm perdió el conocimiento, una vez más, tirado en medio de su propio vómito y los halflings casi murieron ahogados cuando fueron arrojados al río. Solo la intervención de Lïnara cuando finalmente se le inflaron los ovarios evitó un daño mayor, y al grito de “¡ME TENÉIS HASTA EL C*Ñ*!” la elfa mantuvo a raya a los indeseables jóvenes el tiempo suficiente hasta que apareció una barcaza de la guardia del río.
Pese a que Lïnara terminó amenazando y enarbolando varias armas contra los jóvenes, debido al estado de embriaguez de los asaltantes, no fue muy difícil poner a la guardia de su parte. Las pruebas no dejaban lugar a dudas, y hasta el equipo de seguridad de los jóvenes burgueses, harto de aguantar a tanto imbécil, apoyó a nuestro grupo defendiéndolo de los borrachos. Eso sí, todo aquel trajín y el papeleo que hubo de por medio hizo que La Luciérnaga quedara varada todo el día en aquel punto, y para cuando por fin pudieron continuar su viaje, la noche ya había caído sobre ellos.
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