jueves, 28 de diciembre de 2023

Codicia Sangrienta - Acto 2.2

Pasado el mal rato con la chavalada fiestera, nuestro lamentable grupo de ambiciosos empresarios pudo continuar rumbo a las minas de Wolfenburgo, pero los problemas en esta segunda parte del viaje no habían hecho nada más que empezar.

Dos días después del encuentro con la barcaza de recreo, el clima empeoró drásticamente, y la intensa lluvia que Gertrude había avisado que iba a llegar se cebó con ellos. Para el fin de semana, el temporal era putapénico, y además de estropear el ánimo a todo el mundo a bordo de La Luciérnaga, también empezó a hacer mella en su salud y el primero en caer bajo un terrible resfriado fue el halfling Ludo.

23 de Sigmarzeit

A primera hora de la mañana arribaron en Delberz. Aquella parada fue muy necesaria y reconfortante tal y como andaban las cosas, y todo el mundo aprovechó para descansar. Se hicieron reparaciones en el barco, se volvió a llenar la despensa y hasta se contrató a dos marineros más para la barcaza, puesto que las cosas se podían poner feas a partir de ese momento.

Gertrude puso firme a la tripulación en una reunión de importancia en la que dejó bien claro, que la ayuda y colaboración por parte de todos era vital en el tramo de viaje que los esperaba. El clima había empeorado horriblemente, y cualquier persona sensata se quedaría esperando a buen resguardo en Delberz a que el temporal amainara, pero además de no poder permitirse perder más días, iban a tener que atravesar el infame bosque Drakwald en el siguiente tramo del viaje. Aquello aumentaba la peligrosidad de la ruta considerablemente ya que era conocido por ser un hervidero de mutantes, hombres bestia y demás horripilancias infernales. Con mal tiempo, y la amenaza de un ataque de cualquier cosa venida del quinto abismo, la colaboración estrecha de todos los ocupantes de La Luciérnaga sin rechistar ninguna orden era importantísima por la seguridad de todos.

Con las cosas clarinete, a primera hora de la tarde el grupo zarpó a regañadientes para continuar el viaje. A estas alturas el resfriado que había aquejado a Ludo ya se extendía entre varios miembros de la tripulación, y el ánimo estaba por los suelos, pero todo el mundo arrimó el hombro cuando el viaje se puso peliagudo al entrar en una zona de rápidos, que si ya eran peligrosos de por sí, con el temporal se volvió altamente arriesgado pasar a través de ellos. La situación se puso peligrosa, Jorm cayó al agua, pero fue rápidamente rescatado por Yngwie y Axel mientras los demás manejaban la barcaza por aquellas turbulentas aguas. Pese a todo, no pudieron evitar varios choques con algunas de las rocas que adornaban las orillas, y cuando apenas salían de peligro llegó la fatal noticia: estaba entrando agua en las bodegas de La Luciérnaga.

Mientras la barcaza navegaba lejos de los rápidos, todo el mundo se puso como loco a achicar agua, al mismo tiempo que se buscaba la vía por la que estaba entrando y las herramientas para repararla. Y fue Jorm quien encontró las herramientas en un lugar en el que no deberían de estar, y sospechosamente escondidas. Gracias a ello, pudieron tapar la vía de manera provisional, pero quedaba claro que La Luciérnaga no podía seguir navegando en esas condiciones o acabarían en el fondo del río, por lo que se vieron en la necesidad de detener la barcaza cerca de la orilla para terminar de achicar agua, y evitar que la vía volviera a abrirse.

 

En efecto, acababan de quedarse tirados en medio del Drakwald.

Tocaba reunión de emergencia. Gertrude estaba hecha una furia, y afirmaba contundentemente que aquello había sido un sabotaje, que el agujero no mostraba signos de haber sido provocado por un golpe contra las rocas del río, pero era un problema que tenía que esperar ante la gravedad de la situación. Había que ir bosque a través a la siguiente esclusa del río para dar aviso y pedir ayuda. Tras debatirlo, todo el mundo se puso de acuerdo en que Lïnara era la más apta para ello, puesto que era la jinete más rápida, sabía moverse en un bosque mejor que nadie, y se encontraba en plenas facultades. La elfa aceptó, se preparó el caballo de Yngwie y se le dieron los papeles que necesitaría en la esclusa. Sin más dilación, y armada para hacer frente a cualquier cosa en el camino, partió rauda.

Y mientras Lïnara iba en busca de ayuda, en la barcaza se preparaban para lo que sabían que iba a pasar, que si no para qué leches estamos jugando a esto. Todo el mundo se armó hasta los dientes, y se apostaron vigías en cubierta y palo mayor. Obviamente, no tardaron en aparecer los invitados a la comida, y en apenas media hora un numeroso grupo de hombres bestia apareció en la linde del bosque, afilando cuchillos y poniéndose el babero.

La batalla que vino a continuación fue demasiado caótica y deprimente como para relatarla en detalle. En un abrir y cerrar de ojos aquello se convirtió en una versión cutre de “El Álamo”, los hombres bestia cargaron contra La Luciérnaga, mientras que los ocupantes de la barcaza hacían lo posible por evitar que subieran a bordo disparando con todo lo que tenían. Sin embargo, el enemigo era muy superior en número, y mientras que la lluvia se mezclaba con la sangre, y esta con el barro, los hombres bestia lograron invadir el navío. Cuando ya veían que tenían todas las de perder, Yngwie y Gertrude tomaron la desesperada decisión de poner en marcha La Luciérnaga para tratar de huir de allí, y aunque fue una difícil tarea, gracias a las heroicas acciones del elfo Falandar, La Luciérnaga volvió a zarpar entre gritos de batalla, mientras todos los tripulantes apretaban el culo rezando por que la reparación de la vía de agua resistiera lo suficiente.

Por una puta vez, el clima fue favorable. Ya que el terrible temporal que había vuelto tan peligroso el río, jugaba ahora en su favor al hacer ganar velocidad rápidamente a la barcaza. Es por ello que la manada de hombres bestia que estaba en tierra quedó atrás muy rápido, y el grupo de a bordo solo tuvo que preocuparse de aquellas criaturas que habían subido a La Luciérnaga. Bueno, no todos los del grupo, Falandar solo tenía ojos para lo que se extendía frente al navío, ya que iba al cargo del timón y manejar el vehículo a esa velocidad, con una cortina de agua impidiendo una buena visión, y unos bigardos peludos de dos metros de alto cerca de ti queriendo morderte el culo, no ayuda en la tarea.

Es por ello que justo cuando Lïnara volvía con refuerzos desde la esclusa, Luciérnaga y elfa se cruzaron, teniendo ésta que dar media vuelta sin saber muy bien por qué la barcaza había retomado el viaje, y sin tener aún menos idea de por qué iba rumbo de colisión directa contra la esclusa y la casa de peaje. Gracias a la rapidez de acción de Lïnara, dando media vuelta y avisando del peligro desde tierra, Falandar pudo dar un “volantazo” oportuno, y La Luciérnaga encalló estruendosamente en la orilla mandando a tomar viento fresco a todos sus ocupantes, que rodaron por la cubierta como croquetas en una sartén. Esto evitó un mal mayor, puesto que la esclusa estaba hasta la bandera de barcazas atracadas que se guarecían del temporal, y el desastre de haber chocado allí habría sido mayúsculo. Sobre todo para la cartera de Yngwie.

 

La mirada de Yngwie ante la profesionalidad de sus empleados lo decía todo.
 

Con la Luciérnaga encallada en la orilla, la patrulla de la esclusa auxilió a nuestro grupo y los últimos hombres bestia fueron abatidos. De momento podían respirar tranquilos, pero tocaba hacer balance de daños, y seguro que al patrón elfo no le iba a hacer ninguna gracia el resultado de dicho balance.

lunes, 11 de diciembre de 2023

Codicia Sangrienta – Acto 2.1

Ha querido el destino que mis problemas óseos a cuenta de la caída que ya comenté hace tiempo no terminaran, por lo que este último año ha resultado ser toda una montaña rusa de emociones. De emociones, y de consumo de droga de la buena, legal y por cuenta de la Seguridad Social, para soportar el intenso dolor que mi maltrecha cadera izquierda me proporcionaba muy amablemente.

Como en tantas otras ocasiones, esto me ha llevado a volver a tener abandonado el blog pero, no hay mal que por bien no venga y, tras una delicada operación, ya puedo decir que soy uno con el metal y me he actualizado al siglo XXI como cyberpunk completo. Todo ello gracias a la prótesis de titanio que albergo en mi interior. ¡Jajajaja!, ahora mi cadera vale mucho más que vuestra mierda de iPhone, modernos, más que modernos.

Pero vamos al lío, que aquí estamos al grimdark y no al cyberpunk, y la historia de nuestro lamentable grupo dista mucho de haber terminado.

En nuestra anterior entrada, dejábamos a nuestros protagonistas tomándose un pequeño descanso en la capital del Imperio, y es a partir de ahí donde retomamos esta crónica de la campaña.

13 de Sigmarzeit

El grupo no quería desperdiciar las buenas oportunidades que la capital podía ofrecerles, y es por ese motivo por el que alargaron su estancia en Altdorf todo lo que pudieron. Como ya se dijo, Jorm aprovechó para continuar con su proyecto de la carrera además de seguir avanzando en el proyecto de su patrón, Yngwie hizo buenos tratos en lo que se refería a sus negocios, y el resto se limitó a cumplir con sus quehaceres dentro de la empresa y disfrutar ociosamente de todo lo que la capital podía ofrecerles.

Obviamente, lo último no estuvo exento de problemas, asociados a lo que inevitablemente sucede siempre que un PJ se va de parranda, y Lïnara y compañía tuvieron sus más y sus menos con la fauna de los bajos fondos de la ciudad cuando fueron víctimas de un ladrón que quiso hacer el mes con sus bolsas. Nuestros protagonistas solucionaron el problema con rapidez y eficiencia, pero su estancia empezaba a hacerse notar y a Yngwie no le convenía llamar la atención por el bien de su empresa. De modo que en cuanto estuvo todo zanjado en Altdorf, zarparon para continuar su camino hacia Wolfenburgo.

15 de Sigmarzeit

La Capitana Gertrude llevaba varios días preocupada por el clima y se lo hizo notar a la tripulación. Todo apuntaba a que en los próximos días habría lluvia intensa, y esto complicaría el avance de la barcaza por el río, por no hablar de otros posibles problemas derivados. Esto preocupó a Yngwie y le hizo arrepentirse del tiempo de más que invirtieron en su estancia en Altdorf, pero a lo hecho, pecho.

Sin embargo, aquello no era lo único que tenía preocupada a Gertrude. Desde que dejaron Altdorf, se mostró muy arisca con todo el mundo y trató a la gente con mucha más firmeza de lo habitual en su cargo como Capitana. Yngwie no tardó en saber por boca de Johann que esto se debía a que algunos de los hombres de la tripulación no habían querido informar sobre sus asuntos en Altdorf y, aunque la vida personal de cada uno no era de su incumbencia, dada la naturaleza del viaje la confianza entre todos los implicados era vital, mucho más si se tenía en cuenta que entre la tripulación había gente que llevaba poco tiempo con Gertrude; como Albrecht que apenas llevaba un año en La Luciérnaga, o Ulrich, del que casi no sabían nada, que había sido contratado poco antes de salir de Marienburgo, y que se había mantenido muy esquivo y silencioso durante todo el viaje. No había ningún motivo de alarma respecto a todo aquello, claro, pero era algo a tener muy en cuenta en la larga lista de problemas con los que Yngwie tenía que lidiar. Debido a su proyecto empresarial, ya se había granjeado algunos enemigos antes de salir de Marienburgo, y sabía cómo se las gastaban. La idea de tenerlos infiltrados entre la gente de La Luciérnaga no era descabellada, y Gertrude tenía mucha más experiencia que él liderando grandes grupos. Cualquier cosa que tuviera a Gertrude en alerta, era algo muy a tener en cuenta.

Tal era el nivel de paranoia,
que los ojos de Yngwie no daban más de sí para sospechar.

16 de Sigmarzeit

No tuvieron mucho tiempo para pensar en lo que preocupaba a la Capitana, porque durante la mañana del 16 de aquel mes, La Luciérnaga se topó de bruces con algo que les traería de cabeza durante unas cuantas horas.

Una lujosa barcaza navegaba en dirección opuesta a la de ellos. El navío estaba ocupado por un enorme grupo de jóvenes borrachos hasta la indecencia, que disfrutaban de la desmadrada fiesta organizada a bordo, y su sola presencia en el rumbo que seguía La Luciérnaga hizo tragar saliva y apretar el culo a Yngwie. Las dos barcazas no tardaron en cruzarse, y los temores del elfo se vieron justificados en cuanto comenzaron los primeros saludos. Los jóvenes juerguistas se mostraron muy amables y explicaron que se encontraban celebrando el cumpleaños de uno de ellos, un tal Rufus Schneider. Yngwie reconoció el nombre rápidamente, y no necesitó mucho tiempo para darse cuenta de que estaban frente a un buen número de caprichosos y mimados hijos de familias pudientes, acostumbrados a mirar por encima del hombro al vulgo. Los temores de Yngwie se hicieron realidad en cuanto la tripulación de La Luciérnaga sufrió una invitación forzosa de los señoritos del otro barco, para unirse al jolgorio desmadrado que se traían: mientras que la Luciérnaga se veía invadida por un ejército de mozos y mozas en un estado etílico lamentable, Jorm era llevado a una competición de beber cerveza y los halflings se convertían en los protagonistas indiscutibles de un concurso de “lanzamiento de halfling”. El resto de la tripulación de la Luciérnaga, se las veía y deseaba para mantener a raya a la muchachada tratando de que esta no hiciera demasiados estropicios en la barcaza, y observaban cómo los camareros del otro barco, a la postre también guardias de seguridad de los señoritingos, tampoco eran capaces de mantener orden en todo aquel descontrol.

Mucho se quejaba el elfo, pero si le hubieran pillado en su época
universitaria, otro gallo habría cantado.

Yngwie no podía creer lo que veían sus ojos. Todo su proyecto empresarial se estaba yendo al cuerno por culpa de una turba de alcohólicos desenfrenados. No le faltaban ganas de desenvainar la espada y liarse a tajos con aquella gentuza con ínfulas, pero la situación había que arreglarla con delicadeza, aquello no se iba a solucionar liándose a tortazos como con un vulgar grupo de piratas de río, por que cualquier desliz diplomático podía ponerle en el punto de mira de otra influyente familia Imperial (y la lista ya era bastante larga a estas alturas). De modo que no tenía más remedio que aguantarse las ganas de agarrar por el cuello a alguien, y tratar de solventar la situación de la forma más fina que pudiera.

Y mientras Yngwie y Gertrude trataban de poner fin a aquella situación, la despensa de La Luciérnaga fue saqueada, Jorm perdió el conocimiento, una vez más, tirado en medio de su propio vómito y los halflings casi murieron ahogados cuando fueron arrojados al río. Solo la intervención de Lïnara cuando finalmente se le inflaron los ovarios evitó un daño mayor, y al grito de “¡ME TENÉIS HASTA EL C*Ñ*!” la elfa mantuvo a raya a los indeseables jóvenes el tiempo suficiente hasta que apareció una barcaza de la guardia del río.

Pese a que Lïnara terminó amenazando y enarbolando varias armas contra los jóvenes, debido al estado de embriaguez de los asaltantes, no fue muy difícil poner a la guardia de su parte. Las pruebas no dejaban lugar a dudas, y hasta el equipo de seguridad de los jóvenes burgueses, harto de aguantar a tanto imbécil, apoyó a nuestro grupo defendiéndolo de los borrachos. Eso sí, todo aquel trajín y el papeleo que hubo de por medio hizo que La Luciérnaga quedara varada todo el día en aquel punto, y para cuando por fin pudieron continuar su viaje, la noche ya había caído sobre ellos.