martes, 27 de diciembre de 2022

La nostalgia, ese dulce veneno - Personajes para Nuestro Último Verano

Que la nostalgia vende está fuera de duda a estas alturas. Ya llevamos unos cuantos años de “revival” ochentero y noventero en forma de productos de todo tipo, desde series y películas, hasta comics y novelas, sin olvidarnos de conciertos o monumentales festivales de música, ni de juegos de todo pelaje, ya sean en formato de videojuego, juego de mesa, o en el caso que nos ocupa, juego de rol. Y esto es algo cíclico y nada nuevo, que parece que ya se nos ha olvidado la época en la que siendo infantes íbamos agarrados de la mano de nuestros progenitores, a ver conciertos de Mocedades o Perales. “Qué carcas”, pensábamos los modernos de nosotros, y aquí estamos, 48 años después de su formación, esperando al siguiente concierto de Iron Maiden.

Sin embargo, como dice un amigo mío, la nostalgia es veneno. Se tiende a mitificar aquello que recordamos con cariño de nuestro pasado, olvidando también lo putas que lo pasamos cuando las cosas no iban tan bien. Y basta con hacer un pequeño ejercicio de memoria para darse cuenta de que, oye, pues a lo mejor no estamos tan mal ahora que nadie nos roba el bocadillo del recreo. Menos en lo musical, ahí sí que vamos de culo y cuesta abajo, que si tengo que elegir entre Perales y Bad Bunny lo tengo claro, me quedo con Iron Maiden.

¡Pero huele a canela!
 

Todo esto viene a que, durante el tiempo de convalecencia a cuenta de mi cadera, además de dejarme los ojos leyendo comics y rol, también he podido hartarme de ver series de televisión. Y entre una y otra y por pura casualidad, me enteré de la existencia de la serie española “Paraíso” de Movistar+, que en algunos lados definían como “la Stranger Things española”. Por lo que pude comprobar la serie tenía suficientes elementos como para interesarme, empezando porque se quedó en dos temporadas justas y que no iba a consumirme demasiado tiempo.

Ambientada en la Costa de Valencia, la serie nos sitúa en pleno año de 1992, momento en el que el ficticio pueblo de Almanzora de la Vega está siendo sacudido por las noticias de la desaparición de tres chicas jóvenes. El hermano pequeño de una de las chicas y su pandilla no se quedarán de brazos cruzados y, junto a otros personajes de la serie como su padre y una agente de la ley, proceden a hacer su propia investigación para encontrar a las tres chicas y resolver un misterio que pronto revela elementos paranormales. Ciertamente, la historia recuerda a uno de los crímenes más horribles de la España de los 90, pero no lo hace regodeándose en lo macabro y en el sensacionalismo barato que impregnó aquel hecho, sino como un punto de inicio para la trama y un toque de atención para aquellos nostálgicos que todavía son incapaces de ver que no todo fue de color de rosa en el pasado.

A ver, la serie no es muy buena. El guion tiene lagunas e incoherencias a nada que rascas un poco, las actuaciones de los actores tienen muchos altibajos: desde muy flojas como las de los chavales protagonistas que en bastantes casos son debutantes y hacen lo que pueden, hasta soberbias como la de la abuela de una de las niñas, a la que se le nota su extenso currículum en el teatro. Pero lo que más me molestaba viendo la serie era el nefasto montaje de las escenas que hacen avanzar la historia de forma atropellada y muy apresurada, con cortes bruscos, algo que, si bien se va arreglando a medida que la serie avanza, en los primeros capítulos es una verdadera tortura para seguir la historia con fluidez.

Pero no todo es malo en la serie, y algo debe de tener para que a mi novia y a mí nos tuviera enganchados durante dos semanas dejándonos sin otro tema de conversación en casa. La banda sonora es muy buena, bien hilada con lo que se cuenta y acorde con el año retratado, y en ella se escuchan temas sobradamente conocidos de la época, como los de OBK, Héroes del Silencio o Mecano, que tienen un papel clave y protagónico en la historia.


Que el tema principal sea una canción de la mismísima Ana Torroja deja clara la importancia de la música en la serie.

        

También tenemos los efectos especiales, el conocido como CGI, que está a otro nivel en lo que respecta a series españolas, y que a mí me dejó picueto. Y por supuesto, está el “factor nostalgia”, que sí, que Stranger Things molaba mucho con todas aquellas referencias a la cultura popular americana de los 80, pero cuando te plantan delante lo que podría ser perfectamente el pueblo de veraneo de tu infancia, y ves pasar a alguien conduciendo un Seat Ritmo de la época, o llevando una camiseta de Curro de la Expo del 92, o enseñando su querida colección de cromos de jugadores de fútbol de la liga de aquel año, o escuchando “Mi novio es un Zombie” de Alaska… pues como que la historia que te muestran te acaricia una zona erógena del cerebro que la serie americana no terminaba de alcanzar, por que todo es mucho más cercano, y más identificable con ese pasado añorado que mencionaba al principio de esta entrada. Y no puedo olvidarme de la pandilla protagonista, que si bien los actores son algo reguleros como ya he dicho antes, los personajes desprenden un carisma arrollador incluso siendo unos clichés, y te hacen querer saber más de ellos a cada capítulo que pasa.

Iban para actores, y ahora son carne de partida de rol.
 

Joder, es que ha sido como ver a Los Goonies metidos en la historia de Stranger Things ocurriendo en medio de Alicante. No necesité terminar el primer capítulo para darme cuenta del enorme potencial para partidas de rol que tenía la serie, y para cuando llegamos a la mitad de la primera temporada, ya tenía claro que quería ver a la pandilla de Almanzora de la Vega retratada en Hojas de PJ. Y si se trata de jugar aventuras con niños en la España de los 80-90… ¿Qué mejor juego que Nuestro Último Verano? No iba a poder dormir tranquilo si no veía materializada mi idea, asi que en cuanto terminamos de ver la serie me puse manos a la obra, y con un poco de ayuda de mi novia, en una tarde la peñita de Almanzora ya estaba lista para empezar a tirar dados en la mesa.

Aunque pienso que si alguien usa estas hojas de PJ será por que ya ha visto la serie, he intentado no hacer ningún spoiler en las mismas, además de tratar de atenerme a las reglas de creación de PJ-s lo máximo posible, sin andar inventando nada nuevo para cuadrarlas a los personajes que representan. La única alteración que he hecho para que los PJ-s estén equilibrados entre ellos ha sido generar sus Atributos en base a la “Standard Elite Array” de D&D, que es un conjunto de puntuaciones estándar, que se pueden asignar a gusto del jugador en lugar de tirar dados; de este modo no hay ningún PJ mejor que otro, simplemente sus puntos fuertes varían. Así que ala, que los dados no dejen de rodar.

Álvaro

Anabel

Bea

Javi

Olivia

Quino

Zeta


jueves, 15 de diciembre de 2022

Requetecargando

Mira que tenía ganas de meterle caña al blog cuando lo resucité por centésima trigésima cuarta vez, pero ¡ay! La vida es muy puñetera y a la que te despistas te lleva por otros derroteros. Entonces un buen día te despiertas, te levantas de la cama para meterte entre pecho y espalda el chute de cafeína necesaria para afrontar el día, y al mirar el calendario de la cocina con la misma cara de asco-pena de todas las mañanas a esa hora, te das cuenta con espanto de que han pasado casi cuatro años desde aquel propósito “literario”, mientras en tu cabello aparecen unas pocas canas allí donde todavía queda pelo.

De modo que toca hacer balance de esos cuatro años con resignación ante otro fracaso bloguero, aunque solo sea por encontrar alguna excusa que sirva para calmar la conciencia, porque al fin y al cabo, cuatro años deberían dar para mucho, así que a ver lo que tenemos: una colaboración en la creación de una campaña de rol, otra colaboración en la creación de un juego de rol completo, un fin del mundo en forma de pandemia bastante cutre aunque no por ello menos grave, la aventura de estudiar inglés y finalmente, una vergonzosa y ridícula caída en la calle, con el resultado de una cadera rota y una convalecencia que ya va para los nueve meses de recuperación.

No parece gran cosa, pero de todo se aprende, y en este caso he ganado cierta experiencia sobre cómo funciona el mundo de la creación, edición y publicación de rol en España, he confirmado que en situaciones de apocalipsis mundial la gente es tan gilipollas como nos lo han enseñado las películas (si no más), he comprobado que sigo siendo un cenutrio con el idioma de la pérfida Albión, y he disfrutado de los mejores viajes al País de las Maravillas que las drogas de los hospitales pueden ofrecer cuando te atornillan la pierna al cuerpo cual muñeco de McFarlane.

Decrépito futuro me espera con esta cadera.

Así que heme aquí, decidido a cumplir aquel propósito de hace cuatro años en una Internet que no ha dejado de moverse desde entonces, solo para confirmar que la blogosfera está más abandonada que la mascota de unas olimpiadas, que el Facebook es cosa de cuatro viejos mal contados y que en el rol lo que ahora se lleva, es despellejarse y ponerse a parir en Twitter como hace el resto del populacho. En fin, nada nuevo bajo el rol, cambian los medios, cambian las tecnologías, pero los roleros seguimos tan belicosos como siempre, solo que ahora se nos ve más que antes y estamos más gagás, porque lo del relevo generacional me parece que está costando un poquito.

Al menos, compañía no va a faltar de aquí a unos años.
 

Total, que en todo este tiempo tampoco es que haya tenido el teclado parado del todo, y alguna cosa he ido escribiendo, aunque fuera a cuenta de las partidas de rol que he podido dirigir aún con pandemias y roturas óseas por medio. Y como de la que me pongo soy de naturaleza pesada y de escribir mucho, pues los 280 caracteres del Twitter siguen quedándoseme cortos, así que me vuelvo a mi blog, le limpio el polvo y hago como que aquí solo han pasado dos días. Y es que algún medio tendré que usar para subir mis cositas a la red, y rascarme el picorcito que da tenerlas muertas de asco en el disco duro del ordenador, aunque lo haga de pascuas a ramos y sigan viéndolas los cuatro gatos de siempre. Volvemos a estar en la brecha, a ver cuánto dura la tontería esta vez.