Que la nostalgia vende está fuera de duda a estas alturas. Ya llevamos unos cuantos años de “revival” ochentero y noventero en forma de productos de todo tipo, desde series y películas, hasta comics y novelas, sin olvidarnos de conciertos o monumentales festivales de música, ni de juegos de todo pelaje, ya sean en formato de videojuego, juego de mesa, o en el caso que nos ocupa, juego de rol. Y esto es algo cíclico y nada nuevo, que parece que ya se nos ha olvidado la época en la que siendo infantes íbamos agarrados de la mano de nuestros progenitores, a ver conciertos de Mocedades o Perales. “Qué carcas”, pensábamos los modernos de nosotros, y aquí estamos, 48 años después de su formación, esperando al siguiente concierto de Iron Maiden.
Sin embargo, como dice un amigo mío, la nostalgia es veneno. Se tiende a mitificar aquello que recordamos con cariño de nuestro pasado, olvidando también lo putas que lo pasamos cuando las cosas no iban tan bien. Y basta con hacer un pequeño ejercicio de memoria para darse cuenta de que, oye, pues a lo mejor no estamos tan mal ahora que nadie nos roba el bocadillo del recreo. Menos en lo musical, ahí sí que vamos de culo y cuesta abajo, que si tengo que elegir entre Perales y Bad Bunny lo tengo claro, me quedo con Iron Maiden.
¡Pero huele a canela! |
Todo esto viene a que, durante el tiempo de convalecencia a cuenta de mi cadera, además de dejarme los ojos leyendo comics y rol, también he podido hartarme de ver series de televisión. Y entre una y otra y por pura casualidad, me enteré de la existencia de la serie española “Paraíso” de Movistar+, que en algunos lados definían como “la Stranger Things española”. Por lo que pude comprobar la serie tenía suficientes elementos como para interesarme, empezando porque se quedó en dos temporadas justas y que no iba a consumirme demasiado tiempo.
Ambientada en la Costa de Valencia, la serie nos sitúa en pleno año de 1992, momento en el que el ficticio pueblo de Almanzora de la Vega está siendo sacudido por las noticias de la desaparición de tres chicas jóvenes. El hermano pequeño de una de las chicas y su pandilla no se quedarán de brazos cruzados y, junto a otros personajes de la serie como su padre y una agente de la ley, proceden a hacer su propia investigación para encontrar a las tres chicas y resolver un misterio que pronto revela elementos paranormales. Ciertamente, la historia recuerda a uno de los crímenes más horribles de la España de los 90, pero no lo hace regodeándose en lo macabro y en el sensacionalismo barato que impregnó aquel hecho, sino como un punto de inicio para la trama y un toque de atención para aquellos nostálgicos que todavía son incapaces de ver que no todo fue de color de rosa en el pasado.
A ver, la serie no es muy buena. El guion tiene lagunas e incoherencias a nada que rascas un poco, las actuaciones de los actores tienen muchos altibajos: desde muy flojas como las de los chavales protagonistas que en bastantes casos son debutantes y hacen lo que pueden, hasta soberbias como la de la abuela de una de las niñas, a la que se le nota su extenso currículum en el teatro. Pero lo que más me molestaba viendo la serie era el nefasto montaje de las escenas que hacen avanzar la historia de forma atropellada y muy apresurada, con cortes bruscos, algo que, si bien se va arreglando a medida que la serie avanza, en los primeros capítulos es una verdadera tortura para seguir la historia con fluidez.
Pero no todo es malo en la serie, y algo debe de tener para que a mi novia y a mí nos tuviera enganchados durante dos semanas dejándonos sin otro tema de conversación en casa. La banda sonora es muy buena, bien hilada con lo que se cuenta y acorde con el año retratado, y en ella se escuchan temas sobradamente conocidos de la época, como los de OBK, Héroes del Silencio o Mecano, que tienen un papel clave y protagónico en la historia.
Que el tema principal sea una canción de la mismísima Ana Torroja deja clara la importancia de la música en la serie.
También tenemos los efectos especiales, el conocido como CGI, que está a otro nivel en lo que respecta a series españolas, y que a mí me dejó picueto. Y por supuesto, está el “factor nostalgia”, que sí, que Stranger Things molaba mucho con todas aquellas referencias a la cultura popular americana de los 80, pero cuando te plantan delante lo que podría ser perfectamente el pueblo de veraneo de tu infancia, y ves pasar a alguien conduciendo un Seat Ritmo de la época, o llevando una camiseta de Curro de la Expo del 92, o enseñando su querida colección de cromos de jugadores de fútbol de la liga de aquel año, o escuchando “Mi novio es un Zombie” de Alaska… pues como que la historia que te muestran te acaricia una zona erógena del cerebro que la serie americana no terminaba de alcanzar, por que todo es mucho más cercano, y más identificable con ese pasado añorado que mencionaba al principio de esta entrada. Y no puedo olvidarme de la pandilla protagonista, que si bien los actores son algo reguleros como ya he dicho antes, los personajes desprenden un carisma arrollador incluso siendo unos clichés, y te hacen querer saber más de ellos a cada capítulo que pasa.
Iban para actores, y ahora son carne de partida de rol. |
Joder, es que ha sido como ver a Los Goonies metidos
en la historia de Stranger Things ocurriendo en medio de Alicante. No necesité
terminar el primer capítulo para darme cuenta del enorme potencial para
partidas de rol que tenía la serie, y para cuando llegamos a la mitad de la
primera temporada, ya tenía claro que quería ver a la pandilla de Almanzora de
la Vega retratada en Hojas de PJ. Y si se trata de jugar aventuras con niños en
la España de los 80-90… ¿Qué mejor juego que Nuestro Último Verano? No iba a
poder dormir tranquilo si no veía materializada mi idea, asi que en cuanto
terminamos de ver la serie me puse manos a la obra, y con un poco de ayuda de
mi novia, en una tarde la peñita de Almanzora ya estaba lista para empezar a tirar dados en
la mesa.
Aunque pienso que si alguien usa estas hojas de PJ será por que ya ha visto la serie, he intentado no hacer ningún spoiler en las mismas, además de tratar de atenerme a las reglas de creación de PJ-s lo máximo posible, sin andar inventando nada nuevo para cuadrarlas a los personajes que representan. La única alteración que he hecho para que los PJ-s estén equilibrados entre ellos ha sido generar sus Atributos en base a la “Standard Elite Array” de D&D, que es un conjunto de puntuaciones estándar, que se pueden asignar a gusto del jugador en lugar de tirar dados; de este modo no hay ningún PJ mejor que otro, simplemente sus puntos fuertes varían. Así que ala, que los dados no dejen de rodar.
Álvaro |
Anabel |
Bea |
Javi |
Olivia |
Quino |
Zeta |