Después de los atracones navideños, toca retomar las andanzas del lamentable grupo de empresarios de nuestra campaña.
La accidentada travesía que tuvieron al salir de Altdorf los había llevado a una situación peliaguda. El ataque de los hombres bestia junto al desastroso accidente al huir de ellos, dejaba todo el proyecto de empresa pendiente de un hilo, e Yngwie estaba devastado. Pero el grupo no había llegado tan lejos como para rendirse ahora, de modo que se remangaron y se pusieron manos a la obra para poder continuar el viaje.
24 de Sigmarzeit
Tras pasar la noche en la posada de la esclusa, descansar y curarse las heridas sufridas, madrugaron para ver el alcance del desastre y actuar en consonancia. De modo que dedicaron el día a rescatar todo lo que pudieron de La Luciérnaga y, con ayuda del Capitán Trubald y de los trabajadores del lugar, llevaron el barco al taller de reparaciones de la casa de peaje. Durante todo este trajín, no pudieron evitar fijarse en un tipo con sombrero de ala ancha y gabardina de montaraz que no dejaba de vigilar todo lo que hacían, pero aún más preocupante fue encontrarse con los dos tipos de marcado acento Silvano que en Carroburgo trataron de pagar el servicio de transporte de La Luciérnaga, para que llevaran con ellos una gran caja con el emblema de la familia Von Carstein.
Vladimir y Boris, pues así recordaron llamarse los susodichos, se mostraron muy amables, y no guardaban ningún rencor por el rechazo de Yngwie semanas atrás. Ya habían encontrado transportista y continuado su viaje después de aquello, y solo deseaban lo mejor para nuestro grupo. Yngwie se sintió fatal en un primer momento por haberlos mandado a paseo en aquel entonces y haber perdido la oportunidad de ganar un buen pellizco de Coronas, pero horas más tarde supo cómo andaban las cosas en los pueblos por los que aquellos tipos habían pasado, y suspiró aliviado de haber esquivado aquella flecha.
En cuanto a La Luciérnaga... pues la cosa pintaba regulera: el casco estaba destrozado, el timón había que cambiarlo, la quilla agrietada, los tapacubos reventados, la dirección gripada, la junta de la trócola atrofiada y el condensador de fluzo con fugas. Vamos, una avería maja de no menos de 300 Co, sin embargo, la verborrea del encargado del taller podía engañar a Yngwie, pero no a Gertrude. La Capitana caló de inmediato al tipo y, en cuanto le comunicó al patrón que se la estaba queriendo meter doblada, el elfo decidió poner punto y final a tanto abuso dejando las cosas claras en aquel taller. De modo que, tras varios regateos y amenazas, la cifra bajó a las 90 Co, aunque aquello no podría evitar que La Luciérnaga tuviera que quedarse parada por las reparaciones durante 3 semanas.
Carpintero naval - ...y el travesaño de la jeta desalineado. Yngwie - Ya... para jeta, la que tiene usted. |
Tres semanas de parada era mucho tiempo. Pagar los arreglos de la barcaza ya iba a ser un gasto grande, pero perder 3 semanas de viaje junto a los negocios que se podían hacer en ese tiempo, era una catástrofe económica para la empresa. Sopesaron sus opciones y abrir un crowdfunding para financiarse no fue la más votada, de modo que decidieron viajar a la ciudad maderera de Schoppendorf, que estaba relativamente cerca, para tratar de mitigar las pérdidas económicas haciendo negocios allí durante el tiempo en el que se reparaba La Luciérnaga. Con suerte, solo perderían las 3 semanas de tiempo del viaje y lograrían mantener la economía de la empresa a flote.
Dicho y hecho. Prepararon el carruaje de Yngwie, y este se fue a Schoppendorf junto a Lïnara, Jorm y Axel, mientras que Gertrude se quedaba con el resto de la tripulación en la esclusa para vigilar las reparaciones de la barcaza y no hacer más gastos innecesarios.
Y así es cómo pasaron las 3 semanas. Schoppendorf resultó ser una ciudad muy próspera con grandes oportunidades para los negocios y, por una puta vez, los planes salieron a pedir de boca. Entre los negocios de Yngwie y la venta de artículos rescatados de La Luciérnaga, se sacaron un buen pico, y hasta Axel pudo permitirse empezar a tener propiedades gracias a un buen trato con Yngwie: vendiendo sus preciados mapas sacó una pequeña fortuna con la que pagó los caballos del elfo, lo que suponía una pequeña porción de la empresa, con la que pasaba a convertirse en socio de Argentum Valley.
Al fin llegó el ansiado momento de volver a por La Luciérnaga, pero todavía quedaban sorpresas para el grupo. Y es que al volver a por su barcaza, descubrieron que el misterioso tipo con pintas de montaraz que semanas antes los había estado vigilando, había resultado ser un cazarrecompensas llamado Luther que buscaba a un fugado de la prisión de Rijker de Marienburgo, y lo había encontrado. La posada de la esclusa era un hervidero, el recluso huído no era otro que Ulrich, quien había sido contratado días antes de partir de Marienburgo, lo que daba sentido a su silencio y secretismo sobre su vida pasada.
Pero Ulrich nunca fue un mal tipo, ayudó en todo lo que se le pedía a bordo, y defendió valientemente a sus compañeros cuando fueron atacados por los hombres bestia, por lo que nuestro grupo se negaba a pensar que fuera una mala persona. Una conversación en confianza con Yngwie reveló que había dejado a su mujer Yrmella cuando huyó de la ciudad, acusado de un robo que hizo sólo para poder comer. Él sólo quería poder huir y esconderse, hacer una nueva vida y traerla con él cuando fuera posible. El elfo se apiadó de Ulrich, pero no podía evitar que se lo llevaran, de modo que le aseguró que escribiría a Yrmella en su nombre, y que se encargaría de que una vez regresara a Marienburgo para ser juzgado, tendría a los mejores abogados de su familia defendiéndole.
Pasado el mal trago respecto a lo sucedido con Ulrich, solo quedaba pagar el arreglo de La Luciérnaga y retomar el viaje. Sin embargo, la tensión a bordo estaba a punto de estallar, ya que la ausencia de Ulrich dejaba a Albert como único sospechoso del sabotaje de la barcaza.