Al fín llegó el día que tanto ansiaba el grupo, y no me refiero a ese
en el que cualquier aventurero esperaría ser condecorado como Caballero
Salvador del Imperio, no, si no ese con el que soñaban pegarse la madre
de todas las juergas, y que no podía ser otro que aquel en el que verían
actuar a su ídolo Chema Baya entre vapores de etílica juerga
jolgoriosa. Así le vá al Imperio, así...
28 de Sommerzeit: Séptimo Día del Carnaval de Middenheim.
Amaneció el día, y lo primero que hicieron nuestros protagonistas fue desvelar el misterio del papelajo que Karin robó la noche anterior, ya que la pequeña no sabía leer y lo afanó siguiendo su instinto y el número de coronas escrito en el mismo. Al pasar por las manos de aquellos que sí saben de letras, estos confirmaron las sospechas de Karin sobre el papel, y es que se trataba de un cheque al portador para el recibo de 80 CO. Aquello ya alegró la mañana, y pagaron con menos escrúpulos la asignación diaria a los papones.
Lo siguiente era
ponerse con las tareas de investigación del día, y Arty y Karin marcharon a ver
el torneo de Waterpolo. Por el camino fueron testigos de una disputa entre
comerciantes, e interesándose por ello, se acercaron a ver lo que ocurría. La
situación propiciaba que Karin volviera a hacer de las suyas para acoger una
bolsa repleta de monedas, y Arty se ofreció como intermediario entre los
mercaderes para encontrar una solución mientras atraía todas las miradas hacia
él, para que así la halfling se hiciera con el suculento alijo.
Despues de varios
tiras y aflojas, y ofrecimientos de trabajo al pobre Arty al reconocerlo como
“El Paleto del Pueblo”, la guardia acabó haciendo acto de presencia dispersando
a la gente y poniendo orden, momento que ambos compañeros aprovecharon para
echar la bomba ninja y desaparecer de allí, con una bolsa con 50CO debajo del
brazo. De esta manera, llegaron a la plaza de los marciales a disfrutar del
espectáculo de waterpolo, donde vieron a Allavandrel, Rayane, Petra, Kirsten y
Emmanuelle.
Mientras tanto,
Viktor y Magmar se dirigieron por su lado a ver a los hechiceros, pues tenían
cita con ellos por el tema del anillo. Por el camino también tuvieron un
pequeño percance, aunque el percance gordo se lo llevó el ratero que quiso
hacerse con la bolsa de Viktor, a quien Magmar acabó partiendo el brazo en dos
mitades bien diferenciadas, y que terminó cantándolo todo cuando apareció la guardia,
quienes se lo llevaron llorando como una nena, mientras pedían disculpas a
nuestros protagonistas por lo sucedido.
Halfling y enano
terminaron llegando a la escuela de hechiceros de Middenheim, donde tras
preguntar fueron llevados a la oficina en la que trabajaba Hanna Eberhauer, un
despacho lleno hasta arriba de libros, pergaminos y ficheros, pero muy limpio y
ordenado. Tras esperar un poco, hizo aparición el Gran Hechicero Helsseher, quien
daba muy mal rollo y respeto por sus pintas de Gran Hechicero, y comenzó la
entrevista. En ella, poco nuevo sacaron de los hechiceros, aunque estos sí que
sacaron mucho a Viktor y a Magmar, y más les valía, ya que si no colaboraban,
podían acabar teniendo que dar explicaciones a gente menos amable en algún
calabozo de la ciudad sobre el motivo de hallarse en posesión del anillo mágico
de un hechicero ajusticiado años atrás por hereje y mal bicho. Pudieron saber
que el susodicho, cuyo nombre era el que figuraba grabado en el anillo como
Gurtelrösse, fue ajusticiado años atrás por los Caballeros del Lobo Blanco con
el cargo de practicante de Nigromancia. Sus objetos, tales como libros de los
chungos, acabaron en la pira de la llama del Templo de Ulric, y se sabía a
ciencia cierta, que tuvo que tener algún tipo de ayuda externa para poder
escapar de la prisión en la que fue encerrado. Durante el intercambio de
información salieron algunos nombres a la mesa, y Viktor pareció captar cierto
interés de Hanna por Rayane, casi sentimental. También salió el tema de las
investigaciones en palacio, y los hechiceros terminaron por pedir algún objeto
personal a Magmar para encontrar a la osamentera, ya que al haber sido él quien
había tenido tratos con la que se supone que le vendió el anillo, algún augur
del colegio de hechiceros celestes tal vez podría encontrar a la osamentera a
través de un objeto de quien estuvo en contacto con ella. Magmar no estaba por
la labor de dejarle nada suyo a ningún mago, pero al final cedió a
regañadientes presionado por Viktor, y dejó prestado uno de sus brazaletes.
Hanna se ofreció personalmente a buscar información sobre el juicio a
Gurtelrösse en la biblioteca del Templo de Ulric, y se puso de inmediato con el
papeleo y los trámites para pedir asesoría y ayuda a las órdenes Celeste y
Amatista, los primeros por sus artes adivinatorias, y los segundos, porque la
erradicación de la nigromancia forma parte de su trabajo.
Terminada la
entrevista, y dejando claro que el brazalete de Magmar sería devuelto en cuanto
fuera posible, nuestros protagonistas se despidieron dejando los nombres de los
elfos como medio de contacto para el futuro.
Y mientras tanto en
la calles, tras el campeonato de waterpolo Arty se apresuraba a ir a buscar a
Albrecht para el siguiente evento del carnaval que no se podían perder: la
Final de la Copa de Snótbol. Ambos se dirigieron a ver el gran partido, con
altas expectativas sobre el evento a ver la cantidad de gente que atraía el
estadio, a rebosar de medidas de seguridad en forma de ogros contratados para
la ocasión para evitar altercados entre los hinchas de los equipos que se
disputaban la copa: Los Matones de la Puerta Sur, y los Orientales a quienes no
favorecían las apuestas, sobre las que Arty se apresuró a arriesgar 5 de sus
coronas para los Orientales.
El partido dio
comienzo con gran derroche de espectáculo Snotbolero. Tras ocupar sus asientos,
los dos humanos pudieron ver que el Graf, quien debía de asistir al evento, se
encontraba ausente en el palco de honor, en donde solo se podían ver a los 3
Mariscales de Middeheim. Pero la sorpresa gorda vino al ver al mismo Dieter,
Campeón del Graf, en el terreno de juego, jugando en el equipo de los
Orientales. El partido fue reñido, estando a favor de los Orientales desde el
comienzo. Durante el evento sucedió de todo, desde gradas incendiadas por las
bengalas de los forofos, hasta trifulcas entre hinchas de ambos bandos, pasando
por objetos arrojados al césped con gran puntería (un mangual volador acabó
abriéndole la cabeza al primer árbitro), e incluso una invasión del campo,
cuando tras la aparición de las Cheerleaders animando al gentío, el mismísimo
Luigi Pavarotti se lanzó a perseguir a una de ellas por todo el césped mientras
era perseguido por un ogro con intenciones de aplacar su satiriasis a base de
garrote.
Desde el principio, el Snótbol dió poderosas razones a nuestros PJ-s para amarlo.
Tras un duro empate,
y una prorroga, el partido se saldó con el triunfo de los orientales, y un
sustancioso beneficio para Arty por su apuesta a favor de ellos. El Graf no
apareció para dar la copa, y los rumores que Arty y Albrecht escucharon por las gradas sobre
el motivo hablaban de todo, hasta de su muerte por la enfermedad que padecía y
de la intencionalidad de esconderlo por parte del palacio. Lo único que quedaba
claro era que la copa se entregaría en la clausura del carnaval al día
siguiente, junto a todos los premios que faltaban por entregarse. Y así, los
dos humanos abandonaron el Bernabau, completamente enamorados del deporte que
acababan de descubrir.
A la hora de la
merienda, todo el grupo volvía a reunirse en el carromato, poniéndose al día y
preparándose para la función de esa misma tarde. Aún tenían tiempo de hacer
otra actuación en las calles antes de dirigirse a la fiesta de Chema Baya, y
así que lo hicieron, escogiendo un buen sitio, e interpretando la obra “El
Tapete Bretón”, la cual habla de la fundación de la actual Bretonia. Volvieron
a tener cierto éxito, recaudando 60CO, y al finalizar descubrieron que los dos
elfos de la corte habían estado entre el público presente. Mientras recogían
Allavandrel comentó que había encontrado a alguien en el palacio que había
visto algo sospechoso, pero que prefería no hablar en cualquier lado dada su
categoría. Invitándoles a ir con ellos a la fiesta de Chema Baya en “La
Perdición del Templario”, los dos elfos decidieron que era un buen lugar para
reunirse con el misterioso individuo. El club era un lugar público, que íba a
estar lleno de gente entre la que pasar desapercibido, y relativamente seguro,
por lo que se animaron a ir a la fiesta, despidiéndose del grupo para ir antes
a cenar y hacer llegar un mensaje para la cita a quien podía darles suculenta
información sobre las cosas del palacio. Así las cosas, el grupo se marchó a
hacer una buena cena de bocadillos con salchichas (la cena de los fiesteros),
para encarar la jolgoriosa rave a la que asistirían luego.
Semejante delicia era bien merecedora de una canción dedicada.
Tras la copiosa y
salchichera cena (¡Con Ketchup!), nuestros protagonistas se presentaron en “La
Perdición del Templario”. El local estaba abarrotado de gente, la mayoría con
las mismas pintas que Brendan Lou y compañía, y vestidos de cuero negro. El
escenario estaba siendo terminado de preparar por dos enanos encaramados a
andamios, que atornillaban tubos, espejos, farolillos, lentes, y varias
máquinas de vapor de extrañas formas, que sin duda alguna, era lo que daban
fama a los espectáculos de luces de Chema Baya. El ambiente era animado, y se
notaba expectación, por lo que rápidamente las ociosas manos de los presentes
acabaron agarrándose a los vasos de distintos licores para no estar tan ociosas,
y en esas que comenzó el show de Chema Baya, con sus luces, y su delirante
música.
Alguno tuvo que gastar Puntos de Destino para no morir de un ataque epiléptico.
El grupo se unió al
fiestón que se montó frente al escenario, pero pronto llegaron los elfos, y
tuvieron que dejar los divertimentos para otro momento. Bueno, todos no lo
hicieron, ya que Magmar y Rayane acabaron pegando botes mano a mano al grito de
los ¡Jujás! Pues tal es el poder de la música de Chema Baya, capaz de un imposible
como unir a un enano y a un elfo en jolgoriosa camaradería etílica.
Los que se tomaron
el tema con mas seriedad terminaron en una esquina del local hablando del
asunto. Allavandrel mencionó que el tipo con el que habían quedado había visto
a una desconocida mujer rubia entrando en el palacio. No sabía mas del tema,
pero podía ser la mujer tras la cual andaban, aquella tal Frau Kenner.
Un poco después,
vieron llegar a un tipo esquivo, y bastante nervioso que miraba a todos lados.
Allavandrel lo reconoció como su informante, y fue a buscarlo para acercarlo al
grupo. Resultó que el hombre, de unos 30 años de edad, era todo un Caballero
Pantera del Graf, y por ello pidió seguir en el anonimato y no decir su nombre.
Tal y como había dicho Allavandrel, una mujer rubia llevaba semanas entrando al
palacio en las noches de Festag gracias a un salvoconducto totalmente legal. Se
trataba de una mujer muy bella, y admitía avergonzado haberse interesado por
ella, algo totálmente reprochable dada su posición de Caballero Pantera. Una
noche, al salir del palacio la siguió con la intención de abordarla y tratar de
conocerla, pero le extrañó muchísimo que una mujer tan bien vestida, joven y
bella, terminara su paseo en “El Foso”, un tugurio de mala catadura donde
alguien con apariencia de alta alcurnia no debería estar. Extrañado esperó
escondido en la calle a que saliera, para luego volverla a seguir, dirigiéndose
esta vez hasta lo mas profundo del Altquartier, donde nadie decente debería de
ir. Allí la mujer entró en un edificio semiderruido y no volvió a salir. En
este punto el hombre ya estaba muy asustado por lo extraño de toda aquella
situación y no se atrevió a seguir investigando, por lo que volvió corriendo al
palacio y no dijo nada a nadie, por miedo a ver comprometido su estatus de Caballero
Pantera.
Ante semejante
revelación, y emocionados por que parecía que al fín habían encontrado algo de
lo que tirar bien de la manta, el grupo preguntó al hombre si era capaz de
recordar el sitio y llevarlos allí, a lo que al tipo asintió con firmeza.
Decididos a no dejar pasar la oportunidad, ataron en corto a Magmar y a Rayane
sacándolos de su fiestero desmadre frente al escenario, e informádoles de todo
el tema y de lo que se proponían hacer. Así, se decidió que Rayane se quedaría
esperando en “La Perdición del Templario” como seguro por si les pasaba algo,
ya que sabía de todo el asunto, y podría pedir ayuda en el peor de los casos,
mientras que los demás se dirigirían al Altquartier en busca de aquella
sospechosa mujer y de explicaciones.